viernes, 10 de junio de 2016

Socialdemocracia y Comunismo.



Cuando el socialismo se volvió un elemento de centro, conservador de las élites del movimiento obrero, ideólogo de las aspiraciones de la pequeña burguesía, fue llamado "socialdemocracia", allá por la revolución de 1848, para así diferenciarse del socialismo revolucionario, más tarde marxista y leninista, encabezado por el propio Lenin en Rusia o Rosa Luxemburgo en Alemania.
El propio Marx definió la "socialdemocracia" como "el hecho de exigir instituciones democrático-republicanas, como medio no para abolir los dos extremos, capital y trabajo asalariado, sino para atenuar su antagonismo, convirtiéndolo en armonía", o lo que es lo mismo, "la transformación de la sociedad por vía democrática, pero una transformación dentro del marco de la pequeña burguesía". 
El artículo del profesor Vincenç Navarro sorprende a la lectura cuando señala las dos vías, socialdemocracia y marxismo-leninismo como si fueran dos opciones a aplicar cualesquiera; dos modos para realizar el marxismo al gusto del consumidor. Por otra parte, también sorprende que la diferencia de aplicación de estas dos vías dependa del grado de desarrollo industrial de las naciones en las que se pretendió llevar a cabo así, sin más; comunismo para los países subdesarrollados y socialdemocracia para los del primer mundo, expuesto sin aparente explicación, como si la aplicación de una de las vías no estuviera en franca oposición con la otra.
A Navarro se le olvida detallar que Rosa Luxemburgo, líder del partido Comunista Alemán, fue asesinada a culatazos por los Frei Korps, la milicia nacionalista alemana, en connivencia con Friedrich Ebert, el líder del partido socialista alemán (SPD).
Qué nos viene a decir esto, que la socialdemocracia de principios de siglo, en su afán por mantenerse en el estabilishment, no sólo de la élite obrera, sino de la política económica de Alemania, fue seducida y comprada por el capitalismo para refrenar y evitar los movimientos revolucionarios obreros de la República de Weimar; hasta tal punto esto fue así, que permitió el asesinato de uno de los líderes políticos más importantes del momento y se alió con la derecha más radical, precursora del nacional socialismo. En definitiva, la socialdemocracia alemana fue uno de los causantes del surgimiento del nazismo en Alemania. Si ésta no hubiera refrenado, neutralizado y asesinado a los dirigentes del Partido Comunista alemán; si se hubiera aliado en ese objetivo supuestamente compartido con el resto de los movimientos obreros de izquierda, tal vez, quién sabe, la historia de Europa habría sido distinta.
No parece entonces que, la elección de alguno de estos dos modos de llevar adelante el proyecto marxista, sea arbitraria ni una mera casualidad; ni tampoco una tendencia que dependa del desarrollo económico, no. Tiene que ver con el nivel de implicación con las necesidades históricas de la clase obrera ya que, parece más evidente que, una época convulsa de entre guerras era el kairós, el momento más adecuado para una revolución obrera que pasara por encima de las exigencias teóricas de la ortodoxia marxista, no sólo en los países industrialmente subdesarrollados, sino también en aquellos en los que la industrialización era madura.
El Partido Socialista en Europa siempre se había justificado, tanto en Rusia como en Alemania, incluso en España, a la hora de no tomar la decisión de apoyar las revueltas obreras y los disturbios en lo intempestivo éstas, ya que antes era menester pasar por la fase dialéctica de la “democracia” para luego saltar a la “dictadura del proletariado”, la cual vendría por sí sola, según la necesidad de las leyes del materialismo histórico, tras la caída natural del capitalismo. Nada más lejos, la socialdemocracia se había convertido en un lastre para el movimiento revolucionario obrero: un lastre y un auténtico enemigo.
Es en este sentido de “socialdemocracia”, en el de la historia cainita con su hermano ideológico el comunismo, en el de la preservación a toda costa de una clase política dirigente, en el cual NO SE PUEDE LLAMAR A MARX Y ENGELS SOCIALDEMÓCRATAS, ya que ambos eran plenamente conscientes de que las condiciones materiales de existencia son las que modulan las flexibles leyes del materialismo dialéctico. La ortodoxia marxista de la “socialdemocracia europea” aburguesada no ha sido más que una excusa para mantenerse en el poder político y realizar una política de “juego de tronos”.
Señalarse a sí mismo como socialdemócrata en Europa, tras estos antecedentes, sólo puede significar que se pretende estar en el statu quo de la política o, al menos, aparentarlo para no alarmar a los votantes de centro y derecha. De las intenciones de PODEMOS nada más puedo decir.