jueves, 26 de enero de 2017

Humanismo y Utopía.



Creo que, al fin y al cabo, ese carácter abierto de la esencia de lo humano del que participan autores como Heidegger (Anti-humanismo) o Foucault (Post-humanismo),  está influenciado por el humanismo del  Renacimiento. Sólo hay que leer el Discurso sobre la dignidad del hombre para entender que Pico della Mirandola sitúa el despliegue del ser humano desde la bestia más salvaje hasta el ser más celeste:

"Tú, en cambio, no constreñido por estrechez alguna, te la determinarás según el arbitrio(derecho) a cuyo poder te he consignado. Te he puesto en el centro del mundo para que más cómodamente observes cuanto en él existe. No te he hecho ni celeste ni terreno, ni mortal ni inmortal, con el fin de que tú, como árbitro y soberano artífice (creador) de ti mismo, te informases y plasmases en la obra que prefirieses. Podrás degenerar (descender) en los seres inferiores que son las bestias, podrás regenerarte, según tu ánimo, en las realidades superiores que son divinas."

Estar en el centro del mundo no tiene por qué suponer ser sólo dueño y señor de la totalidad de lo ente (el Nietzsche de Heidegger) o ser el único sistema de referencia por el cual el mundo se valora (Protágoras). Estar en el centro de la creación es estar en potencia de ser toda la creación, casi nada. Por otra parte, creo que lo que debe conservarse del humanismo, en contra de Heidegger, es precisamente el perfeccionamiento humano en sentido de paideia o humanitas: el mejoramiento del ciudadano en pos a un ideal de lo humano que, sí, es por supuesto metafísico y, además, guarda en sí el peligroso sentido de "progreso" como valor. Pero es que en eso consiste la educación en la escuela primaria y secundaria, si no, dejemos que a nuestros ciudadanos los eduque la propuesta de ser humano de la televisión: hombres “tronistas” y mujeres “mamachicho”. Es más, diré que Ser y Tiempo, a riesgo de caer en una especie de antropologismo del texto, entiende la existencia del ser humano como un proyecto que debe completarse y cuidarse (la cura del ser ahí) tal que una obra de arte. Es cierto que no se trata de una ética formal ni material, ni si quiera es explícitamente una ética, sino más bien una cura, un cuidado de sí en la autenticidad y la propiedad. Que me digan a mí que esto no es humanismo y, además, inspirado en un nuevo sentido de la areté aristotélica.

Ya sabemos que Ser y Tiempo es sólo la publicación de las dos primeras secciones de la primera parte, nos falta la tercera sección, llamada “Tiempo y Ser” y toda su segunda parte; de estas dos secciones ya públicas sólo puede inferirse un proyecto filosófico que pone al interrogante ser humano como único ente desde el cual es posible hacerse la pregunta por el sentido del ser, por ello, se requiere de una preparación y análisis de las estructuras de ese particular ente, razón por la cual, mucha gente ha querido “antropologizar” Ser y Tiempo; no obstante, independientemente de todo esto, la obra no deja de ser la descripción fenomenológica para una hermenéutica del ser que necesita del hábito de la auténticidad del ser humano. Se trata, por ello, del análisis de una catarsis purificadora del ser humano, que deje atrás lo dicho y lo creído, para atender al asunto de lo más originario (el ser). Desde aquí, y estoy con lo que deja caer Sloterdijk en Normas para el parque humano, entiendo que la propuesta del primer y segundo Heidegger, si es que eso existe, es un humanismo “onto-pastoril” o de la escucha paciente y, por ende, un modo muy eficaz de inhibición en el habitar cabe.

Lo que le ocurre a Heidegger en la Carta sobre el Humanismo es que quiere desembarazarse de los términos metafísicos, que según él, lastran el pensar de lo más esencial. Eso no significa la muerte del humanismo, sino la destrucción de su estructura metafísica para revertirlo en otra cosa; sin embargo, esto no tiene por qué suponer la negación de un proyecto de perfeccionamiento (si, con Heidegger, para nombrar semejante proyecto no queremos usar la palabra "humanismo", podríamos llamarlo “el cuidado” o “la cura”), sino más bien entender  la vida del ser humano como una obra de arte, de la misma manera que hizo Nietzsche. Matar el hombre no es matar un proyecto de perfección, es querer superar lo que por “hombre” entendemos. Por otra parte, añadiré que en La Carta sobre el Humanismo, Heidegger se hace ambiguo y, a la par, nos hace un lío por varios motivos: en primer lugar, cuando queriendo destruir ciertos términos de la metafísica clásica y medieval, como “esencia” y “existencia”, ambos  ligados a potencia y acto, nos remite a resituarnos en la verdad de la “esencia” del ser humano, algo que resulta contradictorio. Salir de un vocabulario metafísico para alcanzar un pensar más allá de la filosofía, es como querer respirar sin aire; en segundo lugar, como dice Esposito, al apartar la animalitas de la definición clásica de la humanitas, "animal racional", en una especie de epojé que deja en suspensión de juicio lo biológico y natural en el ser humano, se ensalza un humanismo purificado de la bestia y su yugo biológico.

Para terminar, me gustaría partir una lanza a favor de la utopía como  idea reguladora del mejor gobierno para la vida buena; y de la humanitas como la educación para el cumplimiento de este ideal regulador. Sé que tras la Dialéctica Negativa es lícito pensar que estas ideas reguladoras pueden llevarnos desde la utopía a la “distopía”, pero es que toda humanitas y utopía que pretendan realizarse en un tiempo y lugar determinados traicionan su propia “impoliticidad”. A esto es a lo que quiero llegar: el perfeccionamiento de la humanitas y de la vida en común debe ser asintótico con respecto a su ideal, como ya nos enseñó Kant. El reino de los fines, el momento en que a todo hombre se le respete en su dignidad como un fin en sí mismo y no como un medio, es “nouménico”. No tiene una realización política concreta y por lo tanto es indisponible. Creo que es posible compatibilizar la idealidad metafísica con una impolítica que la hace ontológica, de manera que no colapse en la mundialización de una sola idea (eidos) de lo que debe ser el ser humano y cuál debe ser su gobierno ideal. Cuando el perfeccionamiento es asintótico e irrealizable en plazos concretos, como lo es el proyecto de hacerse bueno en Kant, no hay ni materia ni concreción que determine ese perfeccionamiento, sólo su forma, la ley, que se hace indisponible (el imperativo categórico es irrealizable). Situarse calmo (Gelassen) en esta tensión trágica entre ideal e irrealización que hace al mismo ideal indisponible es lo que mantiene abierto el concepto de ser humano.

Siempre que se ha traicionado esta indisponibilidad hemos caído en totalitarismos. No estoy de acuerdo con el poeta Heine, cuando nos avisa de que la revolución espiritual de Alemania (que es kantiana), comparada con la industrial anglosajona, es lo que nos traerá a una futura masacre. Es más bien el ingenuo intento de querer realizar YA y AHORA lo nouménico en un proyecto político concreto lo ue ha podido llevarnos a un Reich alemán. El extremo de positividad, que mata lo indisponible y lo anega haciendo que se deslice en lo ente, es lo que llevó al propio Heidegger a abrazar un “humanismo nazista”, si se puede llamar a esto “humanismo” -esta, por cierto, es una crítica muy interesante que hace Zizek a Heidegger en El sujeto espinoso-.

El destino de un pueblo en concreto que se despliega políticamente como obra de arte es ya superado, lo dice el propio Pöggeler, por una consideración del destinar como global: la técnica. Es aquí donde, creo, se vuelve a recuperar lo indisponible de una areté humana extática, transida de “Ex”, porque permanece en función de la escucha del ser… en su máximo peligro. La misma “Ex” que Heidegger aprendió del humanismo renacentista. Querer salvar el carácter excéntrico del ser humano es, ya en sí, una propuesta humanista.

lunes, 16 de enero de 2017

Técnica, evento y diferencia (Una apostilla).



APOSTILLA:

      El otro día escribía en un hilo de Facebook, de manera tropellada y un poco torpe, a cerca de los términos filosóficos alemanes "Er-eignis" y "Ge-stell". La verdad es que no me ha dejado nada satisfecha la lectura que de nuevo  realicé sobre la explicación que ofrecí sobre sus significados. Me parece un tanto tosca y, a veces, creo que puede conducir a error. Está escrita con premura y nada de cuidado y, para estas cosas tan sutiles, la cura y la paciencia son esenciales.
En primer lugar quiero enmendar la definición que de “Er-eignis” ofrecí y es que, su más profundo significado tiene relación, efectivamente, con una mutua-apropiación entre ser y pensar, al más estilo parmenídeo pero, ante todo, el “Er-eignis” es un “acontecimiento” o “acaecimiento” propicio o apropiador y, para forzar más la traducción, como hace Félix Duque, podríamos denominarlo “evento de transpropiación”. Pero lo que debe quedar claro es que, al igual que su uso corriente en la lengua alemana, es un acontecimiento: designa que algo pasa. Lo que pasa es efectivamente que se da una “zusammen-gehören” una mutua pertenencia, donde “zusammen” hace referencia a lo mutuo, a la correlación sin la que el “Seyn” no puede darse sin el destinar en el “denken”; y “gehören” que señala que eso mutuo que acaece es posible gracias a una “-hören”, una escucha propicia por parte del pensar sobre eso que se destina.

     El correlato mutuo en el que se involucran lo destinado y aquél al que aquello se ha destinado necesitan de un evento propicio en el que ambos términos se apropien, razón por la cual Luis Sáez nos advertía en ese hilo de que, precisamente por ser el “Er-eignis” propicio, como lo es la fortuna, como lo es esa ventana de oportunidad que el hombre dotado de prudencia aprovecha, no puede ser construido, configurado, gestionado. Con mucho puede prepararse, como se prepara en la liturgia la venida del dios, el camino hacia su advenir. Y es precisamente el lenguaje, el “habla”, no como expresión peculiar de un individuo o una región, sino como aquello que en el hablar reúne el mundo de sentido del hablante (lo no expreso del lenguaje), el que pone esas condiciones para la cercanía y vecindad con aquello que debe advenir.

     Heidegger, como ya dejó claro en la respuesta a Über die Linie de Jünger, no piensa en  sobrepasar una línea clara más allá del nihilismo que supone no pensar la esencia de la técnica que es el Ge-stell; antes bien postula como en Identidad y diferencia una “torsión” del ser en el que el pensar (del Dasein) vuelva a situarse junto al ser (en la correlación de la escucha apropiada y propicia) en un espacio originario que, en la era de la técnica y la cibernética, sólo sería posible si pensáramos de modo esencial aquello aún no pensado que es la técnica misma. El “Ge-stell” (com-posición/armadura/estructura/“enfarming”…) es el modo, oculto por nuestro quehacer y nuestra caída en lo ente, en el que venimos a ser y apropiarnos con el “Seyn” y que, paradójicamente, ¡el “Seyn” mismo nos ha destinado! Creerse en el enseñoreamiento del todo de lo ente es un proceso que, según Heidegger, comienza en los orígenes de la metafísica, desde la misma noción de “idea” en Platón y que pasa por la Edad Media y la modernidad hasta llegar a su cumplimiento en la Voluntad de Poder nietzscheana; se pliega con la historia de la metafísica. Con la onto-historia.

     Y toda esa onto-historia son modulaciones epocales del destinarse el ser al pensar. El “Ge-stell” es la “ultimate”, definitiva y, por ello, post-metafísica modulación de la onto-histórica en la que, como máximo peligro puede acaecer propiciamente la salvación. Los motivos por los que esta modulación es peligro y salvación, expresados con el lenguaje de Hölderlin, ya lo expliqué en el hilo al que hago referencia y no es este lugar para extenderme en ello (digamos que afecta a la naturaleza de lo que el ser humano es). Pero lo que sí quiero reafirmar es mi posición en cuanto a la posibilidad de la “torsión” en dos modalidades aunque, eso sí, matizando la manera en que lo expresé. Decir “hay dos maneras de salir del Ge-stell” es una simpleza y una tosquedad. Da a entender que hay recetas o fórmulas por las que se sale de una modulación de la onto-historia a otra más originaria. Nada más lejos de lo que pretendía decir. Vuelvo a repetir que esta manera de expresarme es producto de las prisas y el poco cuidado con esa “casa del ser” que es el lenguaje. Ya he comentado, al hilo de Jünger, que no “se sale” de nada, con ese “se” impersonal de la opinión pública que tanto ha criticado Heidegger. Dada la regalía, donación y destinación histórica del ser sólo gracias a un “dejar ser” que disminuya la subjetividad moderna, centro de todo intento de dominio sobre lo ente (un dejar ser no meramente pasivo sino más bien no-impositivo) en el que se prepara, se ponen las condiciones y se cuida el claro, podría al fin el ser humano acaecer propiciamente con lo que se destina; y eso implica una torsión, un movimiento en el que lo más cercano pueda ser planteado en su esencia, esclarecido en su sentido (diríamos con Ser y tiempo) o vivido co-originariamente. No obstante, respecto al dominio de la energía en tanto que dominio del poder sobre todo lo ente, también dice Heidegger que los protocolos para hacer de esa energía algo más seguro y vivible son, en definitiva, intentos de domeñar lo indisponible en el aseguramiento logístico, cosa que supone por supuesto seguir estando presa del “Ge-stell”. Es por esta razón por la que la catástrofe, en este caso atómica, es más cercana a la exposición de el cariz tomentoso del ser que también se encuentra en la guerra, la confrontación, el “polémos” heraclíteo. No hay que olvidar la obsesión de Heidegger (y de Schmitt) por ese aforismo en el que la lucha, confrontación, oposición no es sólo padre, sino rey (basileús), fundamento, de todas las cosas. Por supuesto esta disposición agonal no hace sólo referencia a un conflicto armado sino también a la tensión armónica que sostendría un proyecto político, al menos en los años treinta. Con todo esto, como ya comenté en el hilo del que este texto es una apostilla, sólo quiero exponer que el ser pueda acaecer más allá de los intentos de aseguramiento por parte de la voluntad de voluntad en el ser humano, en una tormentosa maldad no-humana (Grimm).

     En último lugar, me gustaría dejar claro el estatuto ontológico del “Er-eignis” como intersticio, bisagra o espacio de la diferencia entre ser y pensar. El Er-eignis no es el ser (Seyn); es una instancia aún más originaria que el ser, la de la diferencia que hace posible la unidad, como mutua apropiación, de dos instancias heterogéneas en la que una no pueden darse sin la otra. El “Er-eignis”, como hemos comentado antes, es un evento o acontecimiento en el que se pone en relación ese estar siendo onto-histórico del ser como “ab-grund”, como fundamento abismático de la totalidad de lo ente, y el pensar hermenéutico y comprensor del ser humano. Aquí, nuestro segundo Hediegger se hace aún más oscuro, más terrible y, quien sabe, tal vez necesitemos la ayuda de autores del siglo XX y XXI (y otros más que están por venir) para poder esclarecer en su sentido la diferencia aquí expuesta. Tal vez debamos mirar a Deleuze, en un primer lugar, quien propone una diferencia aún más radical que la de Heidegger, en la que los términos diferenciados no se conserven como tales en el diferenciar… o no.

HILO DE LA CONVERSACIÓN:

El destinar del ser esencia todo un mundo de sentido, en este caso el de la técnica. Pero ese esenciar de manera apropiada (de ahí el Er-eignis) lo es sólo si el ser y el ser humano se apropian mutuamente: ahí el juego entre "propio" y "apropiación" que se da en la voz "Er-eignis" y que, Arturo Leyte, dio por traducir por mutua-apropiación, resaltando el "mutuo" en cursiva. Sigo...El Gestell y el Ereignis no son contrarios entre sí o incompatibles, lo que pide Heidegger es que se piense la técnica de manera esencial. Que ésta sea experimentada por el ser humano a la luz de su esencia y no ocultada o solapada por la sola ocupación en la gestión o el cálculo o, por qué no, las metafísicas políticas como el bolchevismo o el liberalismo anglosajón. De eso habla en carta sobre el humanismo. Los problemas que ve Heidegger son, en mi opinión tres: 1. Que el ser humano no sea capaz de experimentar esencialmente la técnica como Gestell (que no sea capaz de realizar la ontología necesaria para entender que la esencia de la técnica no es técnica) 2. Que, por lo tanto, visto desde esta manera, el ser humano no pueda ya entrar en esa mutua apropiación (Ereignis) con el ser de lo ente, que en la era de a Técnica, se manifiesta como Gestell. 3. Que por lo tanto, la apertura hacia nuevos modos de darse, más propicios, se cierre por completo y nuestra época quede colapsada u ontificada en un sólo modo de apropiarse con el ser... que el ser sólo pueda ser considerado desde el Gestell. Como la modalidad en la que el ser se dona no es una imposición de la voluntad humana, sino un destino del ser (una noticia, una carta del ser en el que éste se envía a si mismo a través de la onto-historia), el Gestell o estructura de emplazamiento/armazón, es un máximo peligro que podría acabar con la ontología (como expone aquí Luis) pero que, por ello, también salva. Y es que el Gestell rompe con la metafísica de la presencia, con la de la subjetividad trascendental moderna y con la voluntad de poder Nietzscheana al situarnos en una era post-metafísica ya que, la totalidad de lo ente, ya no es entendida como objetos constituidos por un sujeto en representación, sino como existencias en stock, en el aseguramiento del todo de lo ente. Ahí reside la salvación, el sujeto humano, en una voluntad de voluntad que pretende enseñorearse del todo de lo ente, al creer disponer de la phýsis y de la totalidad de lo ente para su transformación en energías para la industria, por ejemplo (el ejemplo del río Rin en la pregunta por la técnica), revela el poder destructivo y descontrolado, no humano de aquello que quiere controlar. Entonces: hay dos maneras de acaecer apropiadamente con el destinar del ser, desde mi punto de vista, en Heidegger: 1. El ser se destina en el claro, el lugar donde vienen a pertenecerse ser y ser humano. Debe haber una actividad de guardia y pastoreo, onto-pastoril, del ser humano para que sirva de auténtico escuchador de la noticia del ser y, de esa manera, acaecer propiciamente con el ser (realizar la Ereignis). El problema es: ¿pueden criarse los onto-pastores, los guardianes del ser? Slotedijk dice que sí, además geno-cibernéticamente; Heidegger dice que no, y es ahí donde se dan esas interpretaciones aristotélicas sobre la prudencia y la areté aristotélicas en las obras de Heidegger, sobre todo en Ser y Tiempo; 2. La otra salida es la escatológica: que la esencia de la técnica se lleve a sí misma a su cumplimiento y, por lo tanto, desate la tormenta del ser en tanto que catástrofe (atómica o de otra índole)... de esa manera el ser impone su Grimm (su maldad no-humana) y muestra su indisponibilidad al no poder darse al cálculo y la gestión del ser humano. Hasta ahora, que yo sepa, ni las catástrofes de Chernóbil o la central eléctrica de Fukuyima lo han conseguido, por no hablar de dos bombas atómicas sobre islas del Japón ni pruebas en atolones del pacífico o, la amenaza cerniente del este y el oriente medio como potencias nucleares. Más bien observo, al contrario que el análisis de Heidegger, que el dios está cada vez más lejos y al ser humano no le es consubstancial la cercanía y la mutua apropiación con el ser, sino que su capacidad de simbolizar se merma cada vez más, de manera que ya casi no puede atender a otra cosa que no sea lo meramente presente, el cálculo o la gestión. El hombre está deviniendo otra cosa: un post-hombre; por cierto que la primera salida, la onto pastoril, es intentada a modo de proyecto político en los años treinta, en el desafortunado apoyo del nazional socialismo. Otto Pöggeler describe muy bien este proyecto político que consiste en poner la obra en la verdad y en la destinación del ser a un pueblo.También soy consciente de que para Heidegger no es posible la caída de la esencia del ser humano puesto que es ya siempre, esencialmente, en el ser. Pero es que yo estoy hablando de algo que ya no es humano es... otra cosa. O tal vez he visto demasiado Star Trek y estoy ficcionalizando la filosofía...

Luis Sáez Rueda

Juan Jose, Moriarti lo explica con precisión [y no te disculpes tanto, que estas preguntas son las buenas y tú lees a raudales. Es un gusto ser tu amigo]. Me voy a permitir intentar aclararlo con la máxima sencillez. Primero, para quien lea esto, una advertencia, el Ser no es algo ahí gigantesco por debajo de nosotros a lo que se lo pueda señalar, ni nada místico u oscuro; es, simplemente (y eso es mucho) el acontecimiento de "estar siendo" cualquier cosa: un suceso cualquiera o un desarrollo epocal. ¿Cómo se sale, según Heidegger, de la era de la técnica en sentido ontológico, es decir, como un modo de "estar siendo" y comprendiendo el mundo en su totalidad como "existencias" (como latas en el mercado y a nuestra disposición arbitraria)? No hay modo de provocar ese acontecimiento Ereignis, en el que el hombre estaría "siendo propiamente" o, en fin, el acontecimiento de salida de todo esto, por medio del "querer voluntario" o por medio de cualquier intención o procedimiento. Un acontecimiento no es construible. El ejemplo con el que nos divertimos en clase es el siguiente: "enamorarse a voluntad". Estoy una noche muy solo y me digo "hace tiempo que no me enamoro, voy a enamorarme hoy". Salgo entonces a la disco y digo: "de esa persona". Absurdo, ¿verdad? Uno puede producir, construir a voluntad, "condiciones de posibilidad" para que acontezca el enamoramiento (salir, estar en predisposición, hacerse más abierto y comunicativo, etc.). Tales condiciones de posibilidad no asegurar que uno se enamore, pero sí que preparan el camino para que un día, sin darse uno cuenta, el acontecimiento de enamorarse venga como un rayo y sin pedir permiso. Pues bien, salir de todo este tinglado, para Heidegger, sería algo parecido. Es una preparación de condiciones de posibilidad, de un terreno propicio, para que el acontecimiento de salir venga como un rayo sin pedir permiso. ¿Cuáles son las mejores condiciones para eso? Pensar a fondo en el "ser" (el "modo de estar siendo") de nuestra época. Si eso se hace, comprenderemos que no estamos "siendo" de un modo realmente adecuado a la existencia, a lo que pide la existencia (por ejemplo, habitar el mundo en vez de dominarlo). Bueno, pues en ese "preparar el terreno" puede acontecer (sin pedirnos permiso) que nos veamos todos tan hastiados, tan asqueados, tan fuera de la vida, que surja el anhelo de salir de ahí. El anhelo del salir de ahí ya es otra condición esencial de posibilidad. Podremos salir o no. Pero lo más probable es que in-sistiendo y per-sistiendo en ese anhelo, acontezca, sin pedirnos permiso, una idea en común, una voluntad común concreta. Es como esperar "escribir un buen libro". Eso no se puede construir. Si uno lo anhela, entonces se pone a escribir. Al principio son páginas en blanco, borrones, titubeos.... un coñazo. Pero un buen día, en medio de todo ese anhelar y haciendo lo que el anhelar pide, se toma uno una cerveza y dice "¡Ya sé, cojones, ya sé lo que quiero decir! Y escribe como un maquinón. Hablando con Merleau-Ponty, en ese "Ya sé, cojones, lo que quiero decir" resulta que uno ha visto el todo del fin que persigue, pero en esbozo. Y ese esbozo, en términos de Merleau-Ponty, "arranca los movimientos desde la distancia". Por otro lado, esto de que Occidente está orientado ontológicamente a una voluntad de dominio sobre todo lo existente, no hay (estoy convencido) que remitirlo sólo a la filosofía de Heidegger (que es la primera que se nos viene a la cabeza con estos temas). Eso está en la escuela de Frankfurt, en Husserl, en Levinas, .... en toda la filosofía del siglo XX (continental). Con diversas formulaciones, pero está. Incluso está en Freud, en su escrito sobre el malestar en la cultura. Cuando termina diciendo que la lucha entre Eros y Thanatos se intensifica, ¿qué quiere decir? Hay que suponer que, en la cabeza de Freud estaba la idea de que nuestra civilización no se organiza simplemente para subsistir, sino para dominar el mundo. Para eso hace falta una gran organización, y eso implica una enorme represión del Ello, que desea otras cosas. Thanatos es la reacción del Ello, cabreao, contra toda esa organización super-yoica (social): una hostilidad de cultura contra sí misma. ¿Y no lo vemos hoy? Esto, ya que pillo el rollo, muestra que los análisis monolíticos (por ejemplo, el del estudio unidimensional de todo esto mediante el estudio del capitalismo) son sólo perspectivas parciales. Mirar al siglo XX, a toda esa multitud de perspectivas que vienen a advertir sobre lo mismo, sobre este ocaso, sería, en mi opinión, lo más saludable. Espero haber contribuido un poquillo. Un abrazo.

Moriarti Magonegro

No he desarrollado muy bien el lugar del que hablo del onto-pastoreo y espero que no se entienda que propongo unas técnicas para la mutua apropiación del hombre con el ser de lo ente. Luis ha explicado estupendamente que uno no puede hacer una buena novela proponiéndoselo, sino que esta acaece, se da, surge, si se ha preparado el camino o se ha abonado la tierra para ello. Desde luego es una diferencia sutil, pero enorme. Proponer que el Er-eignis puede ser llevado a una técnica la cual puede aprenderse es estar aún en el Gestell. Sloterdijk lo está y lo expone orgullosamente. Dice que el ser humano es, en su relación con el ser de lo ente, antropotécnica y, por lo tanto, siempre ha sido Gestell. El problema es si esa antropotécnica es aleo-tecnica, como la bomba atómica; o homeo-técnica, como los usos no invasivos de las energías renovables. Y sí, Sloterdijk cree que puede haber una antropotécnica en la cual, no solo pueda prepararse, sino construirse, con planos y herramientas, el claro del Ser. Es otra manera de entenderlo. En cuanto al misticismo Heideggeriano, creo que hay mucho de místico en proponer que el ser es el acto de estar siendo, es un acaecimiento. Mística no tiene por qué hacer referencia a religiosidad transcendente o comunicación con algo sobrenatural. Mística en Heidegger, creo, puede expresar el estar a la escucha de aquello que es indisponible y que, sin embargo, es condición de posibilidad de lo que hay. Es un estar siendo, pero que funda lo que es ente. Lo hace posible. No estoy hablando de un súper ser por debajo de lo ente que lo sustente, sino del ser de lo ente "en cada caso" y, a lo que podemos aspirar es a las esquirlas de su sentido.