Cuando el
socialismo se volvió un elemento de centro, conservador de las élites del
movimiento obrero, ideólogo de las aspiraciones de la pequeña burguesía, fue llamado "socialdemocracia", allá por la revolución de 1848, para así diferenciarse
del socialismo revolucionario, más tarde marxista y leninista, encabezado por el
propio Lenin en Rusia o Rosa Luxemburgo en Alemania.
El propio Marx definió la "socialdemocracia" como "el hecho de exigir instituciones democrático-republicanas, como medio no para abolir los dos extremos, capital y trabajo asalariado,
sino para atenuar su antagonismo, convirtiéndolo en armonía", o lo que
es lo mismo, "la transformación de la sociedad por vía democrática, pero
una transformación dentro del marco de la pequeña burguesía".
El artículo del profesor
Vincenç Navarro sorprende a la lectura cuando señala las dos vías,
socialdemocracia y marxismo-leninismo como si fueran dos opciones a aplicar
cualesquiera; dos modos para realizar el marxismo al gusto del consumidor. Por
otra parte, también sorprende que la diferencia de aplicación de estas dos vías
dependa del grado de desarrollo industrial de las naciones en las que se
pretendió llevar a cabo así, sin más; comunismo para los países
subdesarrollados y socialdemocracia para los del primer mundo, expuesto sin
aparente explicación, como si la aplicación de una de las vías no estuviera en
franca oposición con la otra.
A Navarro se
le olvida detallar que Rosa Luxemburgo, líder del partido Comunista Alemán, fue
asesinada a culatazos por los Frei Korps,
la milicia nacionalista alemana, en connivencia con Friedrich Ebert, el líder
del partido socialista alemán (SPD).
Qué nos viene
a decir esto, que la socialdemocracia de principios de siglo, en su afán por
mantenerse en el estabilishment, no
sólo de la élite obrera, sino de la política económica de Alemania, fue
seducida y comprada por el capitalismo para refrenar y evitar los movimientos
revolucionarios obreros de la República de Weimar; hasta tal punto esto fue
así, que permitió el asesinato de uno de los líderes políticos más importantes
del momento y se alió con la derecha más radical, precursora del nacional
socialismo. En definitiva, la socialdemocracia alemana fue uno de los causantes
del surgimiento del nazismo en Alemania. Si ésta no hubiera refrenado,
neutralizado y asesinado a los dirigentes del Partido Comunista alemán; si se
hubiera aliado en ese objetivo supuestamente compartido con el resto de los
movimientos obreros de izquierda, tal vez, quién sabe, la historia de Europa
habría sido distinta.
No parece
entonces que, la elección de alguno de estos dos modos de llevar adelante el
proyecto marxista, sea arbitraria ni una mera casualidad; ni tampoco una
tendencia que dependa del desarrollo económico, no. Tiene que ver con el nivel
de implicación con las necesidades históricas de la clase obrera ya que, parece
más evidente que, una época convulsa de entre guerras era el kairós, el momento más adecuado para una
revolución obrera que pasara por encima de las exigencias teóricas de la
ortodoxia marxista, no sólo en los países industrialmente subdesarrollados,
sino también en aquellos en los que la industrialización era madura.
El Partido
Socialista en Europa siempre se había justificado, tanto en Rusia como en
Alemania, incluso en España, a la hora de no tomar la decisión de apoyar las
revueltas obreras y los disturbios en lo intempestivo éstas, ya que antes era
menester pasar por la fase dialéctica de la “democracia” para luego saltar a la
“dictadura del proletariado”, la cual vendría por sí sola, según la necesidad
de las leyes del materialismo histórico, tras la caída natural del
capitalismo. Nada más lejos, la socialdemocracia se había convertido en un
lastre para el movimiento revolucionario obrero: un lastre y un auténtico
enemigo.
Es en este
sentido de “socialdemocracia”, en el de la historia cainita con su hermano
ideológico el comunismo, en el de la preservación a toda costa de una clase
política dirigente, en el cual NO SE PUEDE LLAMAR A MARX Y ENGELS SOCIALDEMÓCRATAS,
ya que ambos eran plenamente conscientes de que las condiciones materiales de
existencia son las que modulan las flexibles leyes del materialismo dialéctico.
La ortodoxia marxista de la “socialdemocracia europea” aburguesada no ha sido
más que una excusa para mantenerse en el poder político y realizar una política
de “juego de tronos”.
Señalarse a sí
mismo como socialdemócrata en Europa, tras estos antecedentes, sólo puede
significar que se pretende estar en el statu
quo de la política o, al menos, aparentarlo para no alarmar a los votantes
de centro y derecha. De las intenciones de PODEMOS
nada más puedo decir.