domingo, 19 de octubre de 2014

Lo político en Carl Schmitt II: La esencia de lo político y la guerra como horizonte de posibilidad real.



           No es posible obtener el concepto de lo político mediante la relación entre Estado y sociedad ya que, por una parte, el Estado liberal se supone político en oposición a lo social, una oposición que no puede explicar la asimilación de lo político a lo social en los Estados democráticos  y socialistas; y, por otra parte, la asimilación de lo social en el Estado político hace imposible la explicación de lo político del Estado liberal.  Schmitt encuentra que el concepto de lo político debe encontrar una definición fundamental e irreductible a otros contextos como el económico o el moral. Lo político no puede definirse en función de otros términos que lo reduzcan a definiciones que nada tienen que ver con él.
            Schmitt sostiene que lo político tiene su propia especificidad y que, por tanto, ha de ser posible encontrar “una serie de distinciones propias últimas” para aislar la acción política de cuestiones morales, económicas o jurídicas.  En definitiva se está buscando la autonomía de lo político respecto de otras instancias que intenten reducirla.
            Si lo que define lo moral, según Schmitt, son los dos polos opuestos entre bondad y maldad; lo estético lo bello y lo feo y, entre ambas nociones no hay irreductibilidad entre la una y la otra (a no ser que estemos en un planteamiento platónico), entonces debe haber también dos términos contrapuestos que definan lo político: amigo-enemigo.[1]
            Así, esta oposición amigo-enemigo no puede reducirse ni inter-deducirse de las otras oposiciones que caracterizan la moral, la estética o la economía  (beneficio-pérdida). Lo político es político al margen de lo económico, lo moral o lo estético: no haremos la guerra por que el enemigo sea feo o, como en las justificación de las  intervenciones norteamericanas en otros países, porque sea malvado; ni tampoco, y esto tal vez sea más difícil de explicar,  por dinero. Es aquí donde radica el realismo político del pensador y jurista, al definir la noción de lo político en la experiencia de lo que es, el hecho de que los seres humanos se alinean en grupos conforme a relaciones de amistad y enemistad más allá de justificaciones morales, estéticas o económicas.
            El enemigo político, para serlo, no hace falta que sea un competidor económico o un monstruo desalmado, basta sencillamente con que sea “el otro, el extraño”.  Tan extrema es esa otreidad que,  si se da  en un caso extremo el conflicto, entre ellos no podría mediar un tercero si no es  sumándose a alguna de las dos partes. Para Schmitt la decisión de declarar enemistad y guerra es cuestión de los involucrados y ninguna tercera fuerza más. [2]
            Otro rasgo de realismo en la noción de lo político schmittiana es que la contraposición de conceptos “amigo-enemigo” es “óntica” y “existencial[3]”, esto es: que se establece mediante el análisis del plano del ser y no del deber ser, ya que lo político no puede ser reducido, como hemos visto más arriba, a las  nociones más básicas de la ética (lo bueno y lo malo); por el contrario éste designa un substrato real de oposiciones “intensas[4]”, “magnitudes políticas[5]” concretas  que tienen como condición de posibilidad declararse mutuamente la guerra; la negación “existencial” del enemigo como última solución extrema. Tanto es así que, en la concepción de Estado de Schmitt, quien ostenta el cargo de soberanía es quien decide políticamente quién es el enemigo y, en consecuencia, puede declarar la guerra. La guerra es el horizonte de posibilidad de la unidad política y su soberanía. Es el soberano el que, en un acto de decisión unilateral, se encuentra en disposición para instaurar una situación excepcional como es la guerra y que diez años antes al Concepto de lo político, en Teología Política. Cuatro capítulos sobre la doctrina de la soberanía, se había definido como “estado de excepción”:
“Soberano es quien decide sobre el estado de excepción. Sólo esta definición puede ser justa para el concepto de soberanía como concepto límite. Pues concepto límite no significa concepto confuso, como en la impura terminología de la literatura popular, sino concepto de la esfera más extrema. A él corresponde que su definición no pueda conectarse al caso normal, sino al caso límite. De lo que sigue se verá que aquí por «estado de excepción» se entenderá un concepto general de la doctrina del Estado, no un decreto de necesidad cualquiera o un estado de sitio.”[6]
            Aún debemos ahondar más en la contraposición entre amigo y enemigo que nos ofrece El Concepto de lo Político, antes de embarcarnos en la tremenda cuestión de la soberanía y la teoría del decisionismo de Schmitt.
           Hemos podido observar que el jurista de Plattemberg entiende la guerra como la “realización extrema de la enemistad”[7]; sin embargo, aún no hemos expuesto claramente cómo define Schmitt el concepto mismo de enemigo.  Lo primero que resalta en la definición de enemigo es su carácter público: el enemigo no es el competidor o la persona a la que se la tiene inquina; no se trata de un adversario íntimo sino, como sostiene Schmitt, de una “suma de hostis[8], de un conjunto de hombres que pueden oponerse combativamente a otro por cualquier tipo de razón, ya sea económica, religiosa o estética. Es ahí donde reside el carácter de lo político, en la enemistad misma y la posibilidad de la confrontación real, independientemente de la justificación: en su magnitud o grado de fuerza intensivo; qué intensa sea esa enemistad. Requiere de una potencia tan grande tal magnitud que, cuando un grupo comienza a ejercerla, los asuntos religiosos o económicos pasan a un segundo plano.
            Por lo tanto el enemigo como tal no es privado, no es un inimicis, sino que se trata de la horda del hostis tal y como se expresa, por ejemplo, en las obras de Cesar[9]; Es el hostis al que se designa como enemigo de guerra, y  la enemistad con él es de tal calibre que nace la guerra como efectuación de ésta.
        De manera que, la determinación de quién es el enemigo y la posibilidad de declararle la guerra, son los asuntos auténticamente políticos para Schmitt. Un Estado en el que un grupo de poder ha alcanzado suficiente fuerza como para declarar al enemigo y llevar adelante, si las condiciones lo requieren, una guerra es ya un Estado maduro: ha alcanzado una auténtica unidad política. La guerra en sí, por eso, no es como sostiene Clausewitz “la prosecución de la política por otros medios”[10]; la guerra es el horizonte último que posibilita lo político, ya que lo político se configura siempre en aras a un posible conflicto bélico. Esta es la razón por la que Schmitt no puede atribuirle una lógica inmanente a la guerra; ésta no tiene sus propias determinaciones en sí misma, aunque sí una particular gramática (puestos de mando, tecnicismos, uniformes). No es posible guerra sin política, porque la política es la sitúa el espacio de juego y los contrincantes: la guerra es sólo la efectuación más intensiva de la enemistad y, por lo tanto, de la política.
            Ya que la guerra, como hemos dicho, no posee una lógica inmanente y separada de lo político, no debemos atribuir al concepto de lo político en Schmitt un carácter belicista o pacifista, ni un ideal social de la guerra victoriosa en la revolución. Precisamente, la idea de lo político schmittiana, pretende constituirse de una manera aséptica: tanto en el hecho empírico de la agrupación conforme a la amista y enemistad; como trascendentalmente, ya que esta agrupación y la posibilidad de confrontación armada es, si utilizamos un vocabulario más familiar a la filosofía moderna, la condición de posibilidad de lo político mismo.
            No es que la política tenga como objetivo la guerra, no es sino que Schmitt cree poseer el conocimiento de un “presupuesto[11] ya siempre dado, de ahí su carácter de condición de posibilidad, de ese momento límite de intensidad en la enemistad que es la guerra y que, como tal, determina cualquier acción o pensamiento humano respecto a la política. En Schmitt los agentes de la configuración política están ya siempre actuando y pensando en la previsión de una futura guerra con el enemigo del Estado.
            Esta asepsia, fuente del realismo político de Schmitt, no involucra intereses de partido, morales, estéticos o religiosos:
“El fenómeno de lo político sólo se deja aprehender por referencia a la posibilidad real de agrupación según amigos y enemigos, con independencia de las consecuencias que puedan derivarse de ello para la valoración religiosa, moral, estética o económica de lo político”[12]
            Apartar la disposición amigo-enemigo y la posibilidad de declarar la guerra de intereses que vayan más allá de la esencia de lo político tiene para Schmitt, además del riesgo de las neutralizaciones, la justificación moral de la guerra.  





[1] Cf. Ibid., págs.. 56-62.
[2] Cf. Ibid.,p. 57.
[3] Ibid., pp. 57-58.
[4] Ibid., p. 68: “Por sí mismo lo político no acota un campo propio de la realidad, sino sólo un cierto grado de intensidad de la asociación o disociación de hombres”
[5] Ibid., p. 67. Donde la “magnitud” política es entendida como una fuerza real, concreta que, precisamente por ello, ya tiene una medida de poder en la escala de lo político. Un grado de intensidad con el que ejercer una violencia que lo sitúe como una de las partes en conflicto en la relación de amigo-enemigo.
[6] SCHMITT, C. Teología política. Trotta, Madrid, 2009, p. 13.
[7] Op.Cit.: SCHMITT, C. El concepto de lo político, p. 63.
[8] Ibid.,pp. 58-60.
[9]CÉSAR, J. De bello gallico III, 14, 1ss.: “Compluribus expugnatis oppidis, Caesar, ubi intellexit frustra tantum laborem sumi neque hostium fugam captis oppidis reprimi neque iis noceri posse, statuit expectandam (esse) classem. Quae ubi convenit ac primum ab hostibus visa est, circiter CCXX naves eorum paratissimae atque omni genere armorum ornatissimae profectae ex portu nostris adversae constiterunt...” [Tomadas por asalto muchas, César, cuando comprendió que un trabajo tan grande era emprendido en vano y que, aunque conquistaba las ciudades, la huida de los enemigos no era detenida y que no podía perjudicarles, decidió que la flota debía ser esperada. Cuando ésta llegó y nada más ser divisada por los enemigos, casi doscientas veinte naves de éstos (de sus naves), salidas del puerto preparadísimas y equipadísimas con todo tipo de armas, se situaron enfrente de las nuestras.]
[10] Op. Cit: SCHMITT, C. El concepto de lo político, ver nota 10 en p.63
[11] Ibid, p. 64.
[12] Ibid, p.65.



 

jueves, 2 de octubre de 2014

Lo político en Carl Schmitt I: La despolitización y neutralización en las diferentes formas de Estado



      En el siglo XVIII, en Europa, los Estados no reconocían sociedad alguna como término contrapuesto a ellos. Se entendía que el Estado era una instancia superior a la sociedad, cualitativamente superior, como se expresaba en la filosofía del Estado de corte hegeliano: El estado mantenía el monopolio de lo político sobre lo social. Al ser el ámbito estatal ónticamente superior al social no era posible aún establecer entre ellos una relación de oposición.
     Sin embargo, los proyectos de Estado del  XIX pretendían hacer una separación entre el Estado y lo social, de manera que el ámbito político del Estado estuviera en oposición a lo que se consideraba de carácter social e individual; es lo que llamamos el concepto de liberalismo. La desvinculación de la sociedad con el Estado y lo político supone un concepto de libertad entendida como no injerencia en el ámbito de lo privado pero, he aquí su gran problema: si el Estado no es social no hay, entonces, un sistema de políticas sociales (ya que la política es una cuestión de Estado), por lo que la suerte que corren los más desfavorecidos es una cuestión de iniciativa personal o de organizaciones desvinculadas del Estado como es la Iglesia o las fundaciones sin ánimo de lucro. Es menester del adinerado filántropo, figura clásica en el imaginario mitológico anglosajón, ofrecer "fairness", como iniciativa privada, al necesitado. La libertad de no injerencia, libertad en sentido negativo, se le atribuye tanto al rico como al pobre: "eres libre de ser pobre, el estado no se inmiscuirá en tu pobreza": La religión, lo cultural, lo económico, lo jurídico, lo científico se oponían a lo político. Uno hacía negocios con el enemigo al margen de la política, lo cultural y lo religioso eran cuestiones de educación personal y familiar y de confesión religiosa y, como hemos visto, la salud y el bienestar social en general no incumbían en absoluto al Estado Inglés de mediados y finales del siglo XIX. Esta neutralización de lo político expone, para ello, una clara delimitación y definición de qué es lo político: lo opuesto a lo social; sin embargo, veremos que el Estado Total del proyecto soviético disuelve lo político en la vida misma de lo social hasta hacerlo omniabarcante: “en esta modalidad de Estado todo es al menos potencialmente político, y la referencia al estado ya no está en condiciones de fundar una caracterización  específica y distintiva de lo político"[1]
     La democracia y la entrada en el siglo XX suponen el establecimiento del Estado neutralizador de las relaciones en oposición entre sociedad y política, según los términos utilizados por el jurista alemán Carl Schmitt, siglo en el que la distinción cualitativa entre Estado y sociedad desaparece por completo en pos de la democracia. Aquí el estado termina identificándose con el concepto mismo  de “sociedad humana” para alcanzar así un estatus universal. Digamos que, como más tarde explicará el mismo Schmitt en La era de las despolitizaciones y las neutralizaciones, la negación del Estado liberal por el democrático supone una neutralización mayor que la que imponía el Estado liberal mismo al separar política de sociedad. Ahora todo será susceptible de politizarse, hasta tal punto que será imposible discernir qué sea lo específicamente político: ésta es, sobre todas las otras despolitizaciones, la más extrema, ya que invalida por completo el concepto de lo político.
    Desde esta noción de Estado, más allá de la democrática, nos adentramos en la de Estado total del bloque soviético. Aquí, la neutralización de las oposiciones que suponen el concepto de lo político, se hace evidente en el seno del propio Estado, al integrar en sí todo lo social, todas las fuerzas en oposición vitales. La supuesta despolitización de lo social del Estado del siglo XIX, se niega para alcanzar una neutralización mayor de lo político en la integración total de vida y sociedad en el Estado. Ya nada es apolítico y, mucho menos, la economía.


[1] SCHMITT, C. El concepto de lo político, Alianza Editorial, Madrid, 2009, pg 53.