martes, 30 de octubre de 2012
Cosmópolis: Cronemberg y Sloterdijk.
La última de Cronemberg es la adaptación de Cosmópolis de Don DeLillo. Densa y calmada, transcurre casi toda ella en el interior de una limusina. Desde luego no es un cine convencional. Se adivina una interesante reflexión sobre el captial de los mercados y la tecnología de la información. Los clásicos temas transhumanistas, sobre la integración de hombre y máquina, que tanto han obsesionado a Cronemberg, se transfiguran en la unión sagrada entre el protagonista y su limusina computerizada, conectada globalmente a las fluctuaciones del mercado. Este Cronemberg parece más un dramaturgo que un director de cine: película de personajes y conversaciones, exceso de planos y contra-planos, claustrofóbicos ángulos interiores que dejan ver un destello del exterior de la limusina en movimiento: un mundo sumido en el caos del cyber-capitalismo. Contrasta el micro-clima sosegado del interior con el mundo tumultuoso del exterior; metáfora de una sociedad de esferas invernales y protectoras que se va desmoronando. ¿Cúanto de Sloterdijk hay en Cronemberg?
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