lunes, 24 de febrero de 2014

David Sánchez: más allá del cómic pulp.



     David Sánchez es perturbador. Un autor de cómic casi desconocido, con sólo dos obras largas y alguna contribución más; sin embargo ya ha capturado mi atención. Línea clara, francobelga, como le gusta a Charles Burns, su maestro; un sosiego hierático en cada viñeta, como en los planos fijos de Kubrick y unos fondos planos, metafísicos, que vagamente recuerdan a Chirico.

     Su primera obra, Tú me has matado, recrea la Norte-América mágica de los predicadores, los pueblos desérticos y las películas de carretera. Personajes atormentados con secretos oscuros, sectas religiosas fanáticas y prostitutas de motel. Historia coral de personajes que se entrecruzan en una red que promete un todo ahíto de sentido y que, sin embargo, deja algunos flecos deshilachados que abren la estructura de la obra a lo exterior, lo descarnado y la falta de hogar en la huida del sentido. La religión y la muerte como imposibilidad absoluta son, a mi parecer, los dos grandes temas de esta obra.

     Tú me has matado es, inevitablemente, un guiño a los grandes creadores de la Norte-América neo-gótica y surrealista: la de Lynch y los hermanos Cohen en el cine; la de Daniel Clowes y Charles Burns en el cómic y, por supuesto, a todo el pulp gelatinoso y pistolero de la literatura de masas.

     Su segunda obra larga, No cambies nunca, que acabo de leer esta misma tarde, es aún más abstracta y descarnada. Ha abandonado la narratividad explícita para casi devenir en una colección de viñetas que guardan entre sí una secreta y subterránea conexión. Sencillamente magistral, tanto en su aspecto gráfico como en el despliegue de argumentos y personaje. Realidades inconclusas, seres a medio hacer, mutaciones de origen desconocido, niños extraños... el porqué es sugerido, donado en piezas al lector para ser re-formado, de-formado e in-formado de una infinidad de maneras; igual que un porta-aviones de Tente podía terminar convirtiéndose, junto con piezas provenientes de otras cajas, en cualquier otro vehículo, en cualquier otro tema, en cualquier otra trama. Dinámica de piezas intercambiables que oscilan entre el horror médico y la cosa que vino del espacio. El guiño ya no es tan explícito... no hace falta nombrar visualmente a Lynch ni a Burns; es lo que apeló en su momento a Lynch y Burns, ese acaecer extraño, y no ellos mismos, lo que permea este de-constructo delirante.




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