APOSTILLA:
El otro día escribía en un hilo de Facebook, de manera
tropellada y un poco torpe, a cerca de los términos filosóficos alemanes "Er-eignis" y "Ge-stell". La verdad es que no me
ha dejado nada satisfecha la lectura que de nuevo realicé sobre la explicación que ofrecí sobre
sus significados. Me parece un tanto tosca y, a veces, creo que puede conducir
a error. Está escrita con premura y nada de cuidado y, para estas cosas tan
sutiles, la cura y la paciencia son esenciales.
En primer lugar quiero enmendar la definición que de “Er-eignis” ofrecí y es que, su más
profundo significado tiene relación, efectivamente, con una mutua-apropiación
entre ser y pensar, al más estilo parmenídeo pero, ante todo, el “Er-eignis” es
un “acontecimiento” o “acaecimiento” propicio o apropiador y, para forzar más
la traducción, como hace Félix Duque, podríamos denominarlo “evento de
transpropiación”. Pero lo que debe quedar claro es que, al igual que su uso
corriente en la lengua alemana, es un acontecimiento: designa que algo pasa. Lo
que pasa es efectivamente que se da una “zusammen-gehören” una mutua pertenencia,
donde “zusammen” hace referencia a lo mutuo, a la correlación sin la que el “Seyn” no puede darse sin el destinar en
el “denken”; y “gehören” que señala que eso mutuo que acaece es posible gracias a
una “-hören”, una escucha propicia
por parte del pensar sobre eso que se destina.
El correlato mutuo en el que se involucran lo destinado y
aquél al que aquello se ha destinado necesitan de un evento propicio en el que
ambos términos se apropien, razón por la cual Luis Sáez nos advertía en ese
hilo de que, precisamente por ser el “Er-eignis”
propicio, como lo es la fortuna, como lo es esa ventana de oportunidad que el
hombre dotado de prudencia aprovecha, no puede ser construido, configurado, gestionado.
Con mucho puede prepararse, como se prepara en la liturgia la venida del dios,
el camino hacia su advenir. Y es precisamente el lenguaje, el “habla”, no como
expresión peculiar de un individuo o una región, sino como aquello que en el hablar
reúne el mundo de sentido del hablante (lo no expreso del lenguaje), el que
pone esas condiciones para la cercanía y vecindad con aquello que debe advenir.
Heidegger, como ya dejó claro en la respuesta a Über die Linie de Jünger, no piensa en sobrepasar una línea clara más allá del
nihilismo que supone no pensar la esencia de la técnica que es el Ge-stell; antes bien postula como en Identidad y diferencia una “torsión”
del ser en el que el pensar (del Dasein)
vuelva a situarse junto al ser (en la correlación de la escucha apropiada y
propicia) en un espacio originario que, en la era de la técnica y la cibernética,
sólo sería posible si pensáramos de modo esencial aquello aún no pensado que es
la técnica misma. El “Ge-stell” (com-posición/armadura/estructura/“enfarming”…) es el modo, oculto por
nuestro quehacer y nuestra caída en lo ente, en el que venimos a ser y
apropiarnos con el “Seyn” y que, paradójicamente, ¡el “Seyn” mismo nos ha
destinado! Creerse en el enseñoreamiento del todo de lo ente es un proceso que,
según Heidegger, comienza en los orígenes de la metafísica, desde la misma
noción de “idea” en Platón y que pasa por la Edad Media y la modernidad hasta llegar a su
cumplimiento en la Voluntad de Poder nietzscheana; se pliega con la historia de
la metafísica. Con la onto-historia.
Y toda esa onto-historia son modulaciones epocales del
destinarse el ser al pensar. El “Ge-stell” es la “ultimate”, definitiva y, por ello, post-metafísica modulación de la
onto-histórica en la que, como máximo peligro puede acaecer propiciamente la
salvación. Los motivos por los que esta modulación es peligro y salvación,
expresados con el lenguaje de Hölderlin, ya lo expliqué en el hilo al que hago
referencia y no es este lugar para extenderme en ello (digamos que afecta a la
naturaleza de lo que el ser humano es). Pero lo que sí quiero reafirmar es mi
posición en cuanto a la posibilidad de la “torsión” en dos modalidades aunque,
eso sí, matizando la manera en que lo expresé. Decir “hay dos maneras de salir
del Ge-stell” es una simpleza y una
tosquedad. Da a entender que hay recetas o fórmulas por las que se sale de una
modulación de la onto-historia a otra más originaria. Nada más lejos de lo que
pretendía decir. Vuelvo a repetir que esta manera de expresarme es producto de
las prisas y el poco cuidado con esa “casa del ser” que es el lenguaje. Ya he
comentado, al hilo de Jünger, que no “se sale” de nada, con ese “se” impersonal
de la opinión pública que tanto ha criticado Heidegger. Dada la regalía,
donación y destinación histórica del ser sólo gracias a un “dejar ser” que disminuya la
subjetividad moderna, centro de todo intento de dominio sobre lo ente (un dejar ser no meramente pasivo sino más bien no-impositivo) en el que se
prepara, se ponen las condiciones y se cuida el claro, podría al fin el
ser humano acaecer propiciamente con lo que se destina; y eso implica una
torsión, un movimiento en el que lo más cercano pueda ser planteado en su
esencia, esclarecido en su sentido (diríamos con Ser y tiempo) o vivido co-originariamente. No obstante, respecto al
dominio de la energía en tanto que dominio del poder sobre todo lo ente,
también dice Heidegger que los protocolos para hacer de esa energía algo más
seguro y vivible son, en definitiva, intentos de domeñar lo indisponible en el
aseguramiento logístico, cosa que supone por supuesto seguir estando presa del “Ge-stell”. Es por esta razón por la que
la catástrofe, en este caso atómica, es más cercana a la exposición de el cariz
tomentoso del ser que también se encuentra en la guerra, la confrontación, el “polémos” heraclíteo. No hay que olvidar
la obsesión de Heidegger (y de Schmitt) por ese aforismo en el que la lucha, confrontación,
oposición no es sólo padre, sino rey (basileús),
fundamento, de todas las cosas. Por supuesto esta disposición agonal no hace
sólo referencia a un conflicto armado sino también a la tensión armónica que
sostendría un proyecto político, al menos en los años treinta. Con todo esto,
como ya comenté en el hilo del que este texto es una apostilla, sólo quiero
exponer que el ser pueda acaecer más allá de los intentos de aseguramiento por
parte de la voluntad de voluntad en el ser humano, en una tormentosa maldad
no-humana (Grimm).
En último lugar, me gustaría dejar claro el estatuto
ontológico del “Er-eignis” como
intersticio, bisagra o espacio de la diferencia entre ser y pensar. El Er-eignis no es el ser (Seyn); es una instancia aún más
originaria que el ser, la de la diferencia que hace posible la unidad, como
mutua apropiación, de dos instancias heterogéneas en la que una no pueden darse
sin la otra. El “Er-eignis”, como
hemos comentado antes, es un evento o acontecimiento en el que se pone en
relación ese estar siendo onto-histórico del ser como “ab-grund”, como fundamento abismático de la totalidad de lo ente, y
el pensar hermenéutico y comprensor del ser humano. Aquí, nuestro segundo
Hediegger se hace aún más oscuro, más terrible y, quien sabe, tal vez
necesitemos la ayuda de autores del siglo XX y XXI (y otros más que están por
venir) para poder esclarecer en su sentido la diferencia aquí expuesta. Tal vez
debamos mirar a Deleuze, en un primer lugar, quien propone una diferencia aún
más radical que la de Heidegger, en la que los términos diferenciados no se
conserven como tales en el diferenciar… o no.
HILO DE LA CONVERSACIÓN:
El destinar del ser esencia todo un mundo de sentido, en este
caso el de la técnica. Pero ese esenciar de manera apropiada (de ahí el Er-eignis) lo es sólo si el ser y el ser
humano se apropian mutuamente: ahí el juego entre "propio" y
"apropiación" que se da en la voz "Er-eignis" y que, Arturo Leyte, dio por traducir por
mutua-apropiación, resaltando el "mutuo" en cursiva. Sigo...El Gestell y el Ereignis no son contrarios entre sí o incompatibles, lo que pide
Heidegger es que se piense la técnica de manera esencial. Que ésta sea
experimentada por el ser humano a la luz de su esencia y no ocultada o solapada
por la sola ocupación en la gestión o el cálculo o, por qué no, las metafísicas
políticas como el bolchevismo o el liberalismo anglosajón. De eso habla en
carta sobre el humanismo. Los problemas que ve Heidegger son, en mi opinión
tres: 1. Que el ser humano no sea capaz de experimentar esencialmente la
técnica como Gestell (que no sea
capaz de realizar la ontología necesaria para entender que la esencia de la
técnica no es técnica) 2. Que, por lo tanto, visto desde esta manera, el ser
humano no pueda ya entrar en esa mutua apropiación (Ereignis) con el ser de lo ente, que en la era de a Técnica, se
manifiesta como Gestell. 3. Que por lo tanto, la apertura hacia nuevos modos de
darse, más propicios, se cierre por completo y nuestra época quede colapsada u
ontificada en un sólo modo de apropiarse con el ser... que el ser sólo pueda
ser considerado desde el Gestell. Como
la modalidad en la que el ser se dona no es una imposición de la voluntad
humana, sino un destino del ser (una noticia, una carta del ser en el que éste
se envía a si mismo a través de la onto-historia), el Gestell o estructura de emplazamiento/armazón, es un máximo peligro
que podría acabar con la ontología (como expone aquí Luis) pero que, por ello,
también salva. Y es que el Gestell
rompe con la metafísica de la presencia, con la de la subjetividad
trascendental moderna y con la voluntad de poder Nietzscheana al situarnos en
una era post-metafísica ya que, la totalidad de lo ente, ya no es entendida
como objetos constituidos por un sujeto en representación, sino como
existencias en stock, en el aseguramiento del todo de lo ente. Ahí reside la
salvación, el sujeto humano, en una voluntad de voluntad que pretende
enseñorearse del todo de lo ente, al creer disponer de la phýsis y de la totalidad de lo ente para su transformación en
energías para la industria, por ejemplo (el ejemplo del río Rin en la pregunta
por la técnica), revela el poder destructivo y descontrolado, no humano de
aquello que quiere controlar. Entonces: hay dos maneras de acaecer
apropiadamente con el destinar del ser, desde mi punto de vista, en Heidegger:
1. El ser se destina en el claro, el lugar donde vienen a pertenecerse ser y
ser humano. Debe haber una actividad de guardia y pastoreo, onto-pastoril, del
ser humano para que sirva de auténtico escuchador de la noticia del ser y, de
esa manera, acaecer propiciamente con el ser (realizar la Ereignis). El
problema es: ¿pueden criarse los onto-pastores, los guardianes del ser?
Slotedijk dice que sí, además geno-cibernéticamente; Heidegger dice que no, y
es ahí donde se dan esas interpretaciones aristotélicas sobre la prudencia y la
areté aristotélicas en las obras de
Heidegger, sobre todo en Ser y Tiempo; 2. La otra salida es la escatológica:
que la esencia de la técnica se lleve a sí misma a su cumplimiento y, por lo
tanto, desate la tormenta del ser en tanto que catástrofe (atómica o de otra
índole)... de esa manera el ser impone su Grimm (su maldad no-humana) y muestra
su indisponibilidad al no poder darse al cálculo y la gestión del ser humano.
Hasta ahora, que yo sepa, ni las catástrofes de Chernóbil o la central
eléctrica de Fukuyima lo han conseguido, por no hablar de dos bombas atómicas
sobre islas del Japón ni pruebas en atolones del pacífico o, la amenaza
cerniente del este y el oriente medio como potencias nucleares. Más bien
observo, al contrario que el análisis de Heidegger, que el dios está cada vez
más lejos y al ser humano no le es consubstancial la cercanía y la mutua
apropiación con el ser, sino que su capacidad de simbolizar se merma cada vez
más, de manera que ya casi no puede atender a otra cosa que no sea lo meramente
presente, el cálculo o la gestión. El hombre está deviniendo otra cosa: un
post-hombre; por cierto que la primera salida, la onto pastoril, es intentada a
modo de proyecto político en los años treinta, en el desafortunado apoyo del nazional socialismo. Otto Pöggeler
describe muy bien este proyecto político que consiste en poner la obra en la
verdad y en la destinación del ser a un pueblo.También soy consciente de que
para Heidegger no es posible la caída de la esencia del ser humano puesto que
es ya siempre, esencialmente, en el ser. Pero es que yo estoy hablando de algo
que ya no es humano es... otra cosa. O tal vez he visto demasiado Star Trek y
estoy ficcionalizando la filosofía...
Luis Sáez Rueda
Juan Jose, Moriarti lo explica con precisión [y no te
disculpes tanto, que estas preguntas son las buenas y tú lees a raudales. Es un
gusto ser tu amigo]. Me voy a permitir intentar aclararlo con la máxima
sencillez. Primero, para quien lea esto, una advertencia, el Ser no es algo ahí
gigantesco por debajo de nosotros a lo que se lo pueda señalar, ni nada místico
u oscuro; es, simplemente (y eso es mucho) el acontecimiento de "estar
siendo" cualquier cosa: un suceso cualquiera o un desarrollo epocal. ¿Cómo
se sale, según Heidegger, de la era de la técnica en sentido ontológico, es
decir, como un modo de "estar siendo" y comprendiendo el mundo en su
totalidad como "existencias" (como latas en el mercado y a nuestra
disposición arbitraria)? No hay modo de provocar ese acontecimiento Ereignis, en el que el hombre estaría
"siendo propiamente" o, en fin, el acontecimiento de salida de todo
esto, por medio del "querer voluntario" o por medio de cualquier
intención o procedimiento. Un acontecimiento no es construible. El ejemplo con
el que nos divertimos en clase es el siguiente: "enamorarse a
voluntad". Estoy una noche muy solo y me digo "hace tiempo que no me
enamoro, voy a enamorarme hoy". Salgo entonces a la disco y digo: "de
esa persona". Absurdo, ¿verdad? Uno puede producir, construir a voluntad,
"condiciones de posibilidad" para que acontezca el enamoramiento
(salir, estar en predisposición, hacerse más abierto y comunicativo, etc.).
Tales condiciones de posibilidad no asegurar que uno se enamore, pero sí que preparan
el camino para que un día, sin darse uno cuenta, el acontecimiento de
enamorarse venga como un rayo y sin pedir permiso. Pues bien, salir de todo
este tinglado, para Heidegger, sería algo parecido. Es una preparación de
condiciones de posibilidad, de un terreno propicio, para que el acontecimiento
de salir venga como un rayo sin pedir permiso. ¿Cuáles son las mejores
condiciones para eso? Pensar a fondo en el "ser" (el "modo de
estar siendo") de nuestra época. Si eso se hace, comprenderemos que no estamos
"siendo" de un modo realmente adecuado a la existencia, a lo que pide
la existencia (por ejemplo, habitar el mundo en vez de dominarlo). Bueno, pues
en ese "preparar el terreno" puede acontecer (sin pedirnos permiso)
que nos veamos todos tan hastiados, tan asqueados, tan fuera de la vida, que
surja el anhelo de salir de ahí. El anhelo del salir de ahí ya es otra
condición esencial de posibilidad. Podremos salir o no. Pero lo más probable es
que in-sistiendo y per-sistiendo en ese anhelo, acontezca, sin pedirnos
permiso, una idea en común, una voluntad común concreta. Es como esperar
"escribir un buen libro". Eso no se puede construir. Si uno lo
anhela, entonces se pone a escribir. Al principio son páginas en blanco,
borrones, titubeos.... un coñazo. Pero un buen día, en medio de todo ese
anhelar y haciendo lo que el anhelar pide, se toma uno una cerveza y dice
"¡Ya sé, cojones, ya sé lo que quiero decir! Y escribe como un maquinón.
Hablando con Merleau-Ponty, en ese "Ya sé, cojones, lo que quiero decir"
resulta que uno ha visto el todo del fin que persigue, pero en esbozo. Y ese
esbozo, en términos de Merleau-Ponty, "arranca los movimientos desde la
distancia". Por otro lado, esto de que Occidente está orientado
ontológicamente a una voluntad de dominio sobre todo lo existente, no hay
(estoy convencido) que remitirlo sólo a la filosofía de Heidegger (que es la
primera que se nos viene a la cabeza con estos temas). Eso está en la escuela
de Frankfurt, en Husserl, en Levinas, .... en toda la filosofía del siglo XX
(continental). Con diversas formulaciones, pero está. Incluso está en Freud, en
su escrito sobre el malestar en la cultura. Cuando termina diciendo que la
lucha entre Eros y Thanatos se intensifica, ¿qué quiere decir? Hay que suponer
que, en la cabeza de Freud estaba la idea de que nuestra civilización no se
organiza simplemente para subsistir, sino para dominar el mundo. Para eso hace
falta una gran organización, y eso implica una enorme represión del Ello, que
desea otras cosas. Thanatos es la reacción del Ello, cabreao, contra toda esa
organización super-yoica (social): una hostilidad de cultura contra sí misma.
¿Y no lo vemos hoy? Esto, ya que pillo el rollo, muestra que los análisis
monolíticos (por ejemplo, el del estudio unidimensional de todo esto mediante
el estudio del capitalismo) son sólo perspectivas parciales. Mirar al siglo XX,
a toda esa multitud de perspectivas que vienen a advertir sobre lo mismo, sobre
este ocaso, sería, en mi opinión, lo más saludable. Espero haber contribuido un
poquillo. Un abrazo.
Moriarti Magonegro
No he desarrollado muy bien el lugar del que hablo del
onto-pastoreo y espero que no se entienda que propongo unas técnicas para la
mutua apropiación del hombre con el ser de lo ente. Luis ha explicado
estupendamente que uno no puede hacer una buena novela proponiéndoselo, sino
que esta acaece, se da, surge, si se ha preparado el camino o se ha abonado la
tierra para ello. Desde luego es una diferencia sutil, pero enorme. Proponer
que el Er-eignis puede ser llevado a una
técnica la cual puede aprenderse es estar aún en el Gestell. Sloterdijk lo está
y lo expone orgullosamente. Dice que el ser humano es, en su relación con el
ser de lo ente, antropotécnica y, por lo tanto, siempre ha sido Gestell. El
problema es si esa antropotécnica es aleo-tecnica, como la bomba atómica; o
homeo-técnica, como los usos no invasivos de las energías renovables. Y sí,
Sloterdijk cree que puede haber una antropotécnica en la cual, no solo pueda
prepararse, sino construirse, con planos y herramientas, el claro del Ser. Es
otra manera de entenderlo. En cuanto al misticismo Heideggeriano, creo que hay
mucho de místico en proponer que el ser es el acto de estar siendo, es un
acaecimiento. Mística no tiene por qué hacer referencia a religiosidad transcendente
o comunicación con algo sobrenatural. Mística en Heidegger, creo, puede
expresar el estar a la escucha de aquello que es indisponible y que, sin
embargo, es condición de posibilidad de lo que hay. Es un estar siendo, pero
que funda lo que es ente. Lo hace posible. No estoy hablando de un súper ser
por debajo de lo ente que lo sustente, sino del ser de lo ente "en cada
caso" y, a lo que podemos aspirar es a las esquirlas de su sentido.