De Amicitia, es un diálogo escrito por Marco Tulio Cicerón
en el que Lelio, unos de los personajes principales, expone que la amistad
supone virtud, cariño, amor, lealtad y respeto entre los hombres buenos. Siglos antes de la ilustración
nos está proponiendo Cicerón un sentido de la amistad que trate al otro que es como
fin en sí mismo, tal que el modelo de racionalidad práctica de la Metafísica de las costumbres y de la KrP de Kant; pero el elitista romano no es aún un ilustrado
del XVIII, ya que la razón lo es sólo entre hombres virtuosos, de ciudadanía romana, situados bajo el
signo de "los buenos". Aún así, el sentido de razón que en origen atraviesa
el texto es el del lógos griego. El lógos que es palabra, razón y nómos (ley), aquello que se da en la articulación apofántica: decir algo de algo con
sentido. “Sócrates es hombre”, “Sócrates es bueno”. El lógos que tanto Platón como Aristóteles proponen como
rebasamiento de la animalidad, hace posible que se abra la vida en común de
la polis, en la que se discute acerca de lo mejor y lo peor, de lo bueno y de
lo malo para el ciudadano, de lo que la propia pólis es, de manera que se prodigue el debate eterno acerca de la ley y la
costumbre.
¿Quiénes son los buenos? La categoría
de los boni comprende a los hombres
virtuosos de la humanitas[1]
romana, es esta última la traducción al mundo latino del proyecto de ciudadano de
la paideia
griega que busca la areté. Sólo el
bueno es humano y, por lo tanto, los criterios de racionalidad no instrumental
sólo a él deberían aplicarse, al que es ciudadano de Roma y sus provincias, que
además ha demostrado ser un caballero de la virtud, no por pertenecer a la
élite de una tribu o una casta patricia, sino por realizar en sí el ideal de lo
que debe entenderse por humano: hombre (no niño ni mujer), romano (no ajeno al
dominio de Roma)[2],
nacido libre (no esclavo) y virtuoso, estar en posesión de la virtus romana, el catálogo de virtudes
de la roma pre-imperial que coincide mucho con la lista de buenas aptitudes
que Lelio nos ofrece para caracterizar al amigo. En pocas palabras, la
racionalidad moral es sólo aplicable al bonus,
pero no al resto que no pertenece a esta categoría, tampoco al hostis (el enemigo del Estado), ni al inimicus, el enemigo personal e íntimo[3].
A todos estos que no forman parte de la humanitas
se les puede aplicar una racionalidad de tipo instrumental sin caer en
degeneración moral, porque no son humanos. En pocas palabras, la racionalidad
de la que hace gala, tanto el mundo griego como el latino no es universal, cosa
que sí pretende la modernidad (en Descartes la razón es lo mejor repartido en
el mundo), la cual ha acuñado el concepto de razón que ha estado en boga hasta
hace pocos años y que aún sigue estándolo, sobre todo entre los “re-ilustrados”.
No todo el mundo es susceptible, entonces, ni de ser amigo ni de ser humano[4];
hace falta para eso ser virtuoso y, además, que aquél que se parezca a uno, sea
igual de humano que uno mismo (igual de bonus,
de libre y de romano): “Pues quien contempla a un verdadero amigo contempla un
retrato de sí mismo”
Es la libertad, otra más en el catálogo
de las virtudes y otra más también ensalzada por el mundo ilustrado tanto en un
sentido positivo, autonomía de la voluntad en Kant; como en un sentido
negativo que para Locke y el resto de los empristas supone la no injerencia en el ámbito de lo privado por parte del Estado y los
otros que no son uno. ¿En qué sentido se
entiende la libertad en el tratado de Cicerón?
El tratado de Cicerón sea más cercano al primero, el kantiano: la
racionalidad le hace a uno saber que se es libre de manera indirecta, por el
concurso de la ley moral. La razón prescribe la ley moral y, al ser ésta un factum (conocimiento
sin intuición sensible), deviene ratio cognoscendi
de la libertad. Porque somos racionales sabemos que somos libres; porque
somos libres, somos en esencia racionales (libertad como ratio essendi de
moralidad): mentir es ir en contra de la racionalidad del romano y del
ilustrado. Así demuestra Lelio esto último cuando expone las reglas mediante
las cuales debe guiarse la amistad, de las que una de ellas es la de evitar
la simulación. Mentir es ir en contra de la
racionalidad del romano y del ilustrado. En la amistad nacida de manera “natural” como
“amor”, no de la necesidad y de la debilidad, dada entre iguales virtuosos y
romanos, no es necesaria ni deseable la simulación y el mentir, si así fuera ya
no sería aquello “amistad”, sino simple conveniencia.
Simular, más que mentir, es ir en contra de la libre donación que supone la libertad pero, con Cicerón y más allá de él, mentir no sólo subvierte la racionalidad moral y la amistad, sino también la donación interpersonal que acaece gratuita. Este es el concepto de Libertad que, por ejemplo, Heidegger tiene en mente: el del Lassen-Sein, el dejar ser y no imponer las fabulaciones de la subjetividad sobre aquello que se dona en su gratuidad, el ser de la amistad. Tanto es así que la disposición afectiva de fondo que el diálogo nos expone como condición de posibilidad de la amistad, el amor, brota de la coincidencia natural entre los amigos acerca de lo divino y lo humano; más aún, de lo divino y lo humano mismo: del ser[5]; del hecho de que se es, diría Agamben. El amor de la amistad tiene como fondo un presupuesto existencial que Cicerón expresa claramente en la definición de “amistad”. Es aquí donde encontramos la dimensión emotiva, como tono anímico de fondo, que surge de la concordia con el otro acerca del ser[6] ya que es el amor el que liga lo divino y lo humano; cielo y tierra (la cuaternidad de Hölderlin): “Pues la amistad no es otra cosa a no ser el acuerdo de todas las cosas divinas y humanas con benevolencia y amor”. Sólo mediante la benevolencia del bonus, del virtuoso que deja ser al otro (que es como él, humano), junto con el amor que surge gratuitamente de manera “natural” y libre, es posible la amistad.
Simular, más que mentir, es ir en contra de la libre donación que supone la libertad pero, con Cicerón y más allá de él, mentir no sólo subvierte la racionalidad moral y la amistad, sino también la donación interpersonal que acaece gratuita. Este es el concepto de Libertad que, por ejemplo, Heidegger tiene en mente: el del Lassen-Sein, el dejar ser y no imponer las fabulaciones de la subjetividad sobre aquello que se dona en su gratuidad, el ser de la amistad. Tanto es así que la disposición afectiva de fondo que el diálogo nos expone como condición de posibilidad de la amistad, el amor, brota de la coincidencia natural entre los amigos acerca de lo divino y lo humano; más aún, de lo divino y lo humano mismo: del ser[5]; del hecho de que se es, diría Agamben. El amor de la amistad tiene como fondo un presupuesto existencial que Cicerón expresa claramente en la definición de “amistad”. Es aquí donde encontramos la dimensión emotiva, como tono anímico de fondo, que surge de la concordia con el otro acerca del ser[6] ya que es el amor el que liga lo divino y lo humano; cielo y tierra (la cuaternidad de Hölderlin): “Pues la amistad no es otra cosa a no ser el acuerdo de todas las cosas divinas y humanas con benevolencia y amor”. Sólo mediante la benevolencia del bonus, del virtuoso que deja ser al otro (que es como él, humano), junto con el amor que surge gratuitamente de manera “natural” y libre, es posible la amistad.
[1] Cf. Heidegger, Carta sobre el humanismo, pp. 21-22,
Alianza. Ed: Madrid (1989)
[2] Cicerón, De amicitia, http://losdependientes.com.ar/uploads/18391679b.PDF,
p. 9: “Pues así me parece percibir que nosotros hemos nacido de tal manera
que entre todos hubiera una cierta sociedad; pero mayor según cada uno se
acercase más próximamente. Y así los ciudadanos son preferibles a los
extranjeros, los parientes, a los ajenos”
[3] Cf. Schmitt, C., El concepto de lo político, pp. 58-60, Alianza. Ed: Madrid (1990)
[4] Cicerón, Op. cit, p. 9: “Pero cuánta es la fuerza
de la amistad puede entenderse especialmente a partir de esto, porque, de la
infinita sociedad del género humano, la cual concilió la propia naturaleza,
este hecho se ha contraído y reducido a algo estrecho, de tal manera que todo
amor se juntara o entre dos o entre pocos.”
[6] Cf. Agamben,”La amistad” :
http://www.lanacion.com.ar/741397-la-amistad