Este texto es una pequeña recensión del Concepto de Tiempo, artículo de Mafred Kerkhoff, recogido en su libro Kairós, exploraciones ocasionales en torno a tiempo y destiempo, publicado por la Universidad de Puerto Rico en 1997 que misteriosamente y, más bien injustamente, consta de una sola edición, complicadísima de conseguir y que se ha hecho con un lugar importante tanto en mi biblioteca como en la bibliografía de mi tésis doctoral. Poca difusión para una obra bien templada, interesantísima, que pone las bases para una cierta "nueva" rama de la filosofía que llaman los "adanistas" kairología cuando, realmente, siempre ya estuvo ahí. Una obra escrita en español íntegramente, de una sola primera edición, por un alemán que estudió filosofía en Alemania; cosa que suele ser lo inverso en el mundo mediterráneo y latinoamericano. Se notan los germanismos, se nota la falta de pericia en la lengua española pero se nota la habilidad para trasladar términos a nuestro idioma. Es un Hegel o un Heidegger que escribe en español este Manfred Kerkhoff. Un descubrimiento.
El Hegel al que Kerkhoff hace aquí referencia, sobre todo, es el de la primera década de 1800 hasta la tercera edición de la Enciclopedia, la de Berlín de 1817, en la que se extiende y modifica el capítulo de la Filosofía del Espíritu. El joven Hegel, el influenciado por Hölderlin y Jacobi.
Lo eterno llega a la conciencia de sí mismo en su opuesto,
la temporalidad. La idea, que es eterna, al devenir temporalidad en su
despliegue en la naturaleza, alcanza su plenitud como absoluta. Como espíritu
absoluto. La encarnación y muerte del Dios cristiano no es un mero hecho
temporal, sino es lo que abre el tiempo en una filosofía de la historia, de la
historia misma. La Idea absoluta que es Dios, el Dios de Aristóteles, el Dios eterno
(en-si-mismado), muere para hacerse temporal en la figura del sufrimiento de
Cristo y devenir, así, el Dios cristiano (devenir un en-si que se encuentra su
para-sí, lo otro de sí). Sólo hay tiempo desde que la Idea se encarna en el
mundo e inicia el proceso eterno de búsqueda de sí en lo otro de sí, un proceso
que culmina con la auto-conciencia y, al fin, en el saber absoluto. En ese
momento de plenitud la filosofía, como filosofía de la historia, concluiría en
su plenitud. La filosofía de Hegel elimina la visión temporal de las filosofías
anteriores, superándolas en un sistema dialéctico eterno, mostrándose como la
estructura lógica y eterna de la historia. Se trata de un "kairós"
absoluto, porque llega justo a tiempo, para disolver la crisis del tránsito
entre dos épocas. Un sistema "atemporal" que aparece en el tiempo en
el momento adecuado, como Cristo lo hizo en su momento. Es en este sentido en
el que se habla de origen, no desde un punto de vista cronológico, sino
trascendental, como lo "que posibilita".
La filosofía de Hegel es entonces, por una parte, una
condición lograda de la metafísica occidental y, por otra parte, una renovación
de la filosofía "en favor de Cristo" (al menos en los escritos del
joven Hegel). Pero para no caer en una positividad, en la que el cumplimiento
de la filosofía de la historia cristiana sería el momento de redención
absoluto, habida cuenta de que para Hegel la negación es el motor de la
historia, la religión misma debe ser superada y diluida en la filosofía: la representación
de lo absoluto debe tornarse concepto. Esto último es el propio sistema de Hegel,
que puede ser sinópticamente contemplado en la Enciclopedia. De manera que
Hegel, para curar los males políticos y espirituales de su época, se presenta
como instrumento de la reconciliación al aducir que, conceptualmente, como
sistema, apriorísticamente, el todo ya ha reconciliado sus contradicciones
interiores en la filosofía (la filosofía especulativa, el sistema de Hegel) y,
lo que toca ahora, es la visión pasiva, desde la perspectiva absoluta de Dios,
que ha contemplado ya el todo, de la lucha histórica de los pueblos por
alcanzar semejante unidad del Espíritu.
Su filosofía se presenta en el momento oportuno porque es
"intempestiva", como la de Nietzsche; es para los que están por
venir: lo intempestivo es lo oportuno, lo que el tiempo, la época necesita: la
exposición conceptual del todo. Lo demás son los últimos coletazos materiales
de la historia. La reconciliación en el concepto ya ha llegado y prescribe su
solución al problema político de la época.
Llegar al enseñoreamiento, hacerse eterno, desde la
esclavitud, desde lo finito es el propósito, según Kerkhoff, del sistema de
Hegel (Kerkhoff, 1997, p. 56). El sistema como proceso de destrucción de la afirmación
en la negación, como puntos de vista que se agotan en el
"auto-sacrificio" para dejar entrar lo nuevo; dar al enemigo la razón
para llevarlo al propio terreno: todo esto es renunciar a la naturaleza
atemporal de la filosofía para ensalzar esta continua lucha entre puntos de
vista como lo realmente atemporal. Lo atemporal es lo temporal; que siempre
hay temporalidad, devenir y cambio (¿es esta un influencia del eterno retorno
nietzscheano en Kerkhoff?). Así, el sistema como proceso dialéctico de
verdades, es la verdad misma, eterna, en proceso. Cada uno de estos momentos
del proceso se concibe a sí mismo como kariós absoluto, como momento
fundamental y fundamentador de una época cuando, el propio sistema que genera
este momento, el sistema de las contradicciones, es el auténtico kairós
absoluto frente al cual, el resto, son relativos. La filosofía de la historia
ya ha acabado en la época de Hegel, ahora sólo tiene que hacerlo la historia
misma.
"la verdad de la
Verdad consiste en su hacerse no-verdad, tiempo, mas la verdad del tiempo es su
cumplirse, su desembocar en el destiempo (Un-Zeit)." (Kerkhoff, 1997, p.
58)
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