sábado, 10 de septiembre de 2016

¿Qué presupuestos yacen bajo el "liberalismo"?




Me encuentro a gente por la calle y compañeros de profesión que se denominan a sí mismos "liberales" y siempre me pregunto si son conscientes de los presupuestos filosóficos y metafísicos que subyacen al liberalismo. Esto no pretende ser una crítica que confunda la línea de pensamiento liberal, que nació con la modernidad, con su degeneración contemporánea llamada "neo-liberalismo". Aquí sólo deseo mostrar sobre qué elementos subyace la misma condición liberal, sea contemporánea o moderna:
1. En primer lugar, el liberalismo parte de una concepción de la libertad individual en sentido negativo, lo que implica a groso modo que se establece la definición de libertad como no injerencia en el ámbito de lo privado por elementos externos.
2. Esto implica que todo impulso que nazca pretendidamente desde el interior es más que legítimo (ya sea producto de una idiosincrasia política o religiosa; ya sea el mero capricho; ya las fantasías de codificación impuestas por las normas o las modas de una sociedad). No se analiza de dónde provienen estos impulsos o deseos, no hay una reflexión acerca de la autenticidad de estos, tampoco una instancia de valoración interna que provea al sujeto de la capacidad de discriminar objetos de la voluntad que provengan de una autonomía, queridos con forme a razón, proyecto vital auténtico, etc.; o de una heteronomía (impuestos por intereses religiosos, ocultos, formas de control o, sencillamente, la propia naturaleza física que constituye al individuo). Así, en nuestras sociedades post-modernas y neo-liberales, la libertad se entiende con el falso tema de la originalidad del individuo expresada en lemas de mercadotecnia como: “vístete como quieras”, “construye tu vida estéticamente como te apetezca”, “cualquier opción política y religiosa es legítima” etc., todo ello como si verdaderamente surgiera de una instancia originaria e interior del individuo.
3. No hay que olvidar que el concepto de “libertad negativa” aparece en Europa, por primera vez, en la Historia del pensamiento durante las guerras de religión; en concreto en el Leviatán, la obra del pensador político Thomas Hobbes. En este texto Hobbes hace surgir el pacto social (contrato) para la constitución del Estado desde una situación originaria y previa llamada “estado de naturaleza”. El estado de naturaleza es un recurso que también utilizarán otros pensadores de la modernidad, como es el caso de Rousseau, para justificar el orden político y jurídico de un Estado organizado. Para ello se proponen unas condiciones antropológicas del ser humano que, en el caso de Hobbes, son beligerantes y extraordinariamente egoístas de tal manera que naturalmente, físicamente, en el orden de la causalidad física, el ser humano está determinado a buscar por todos los medios la consecución de los fines que lo terminen realizando. Esta idea antropológica y naturalista del ser humano, que no deja de estar fundada en un experimento mental acerca de lo que la esencia humana es y que, por lo tanto, es metafísica, se encuentra a la la base del pensamiento liberal desde la modernidad hasta nuestros días. Así pues, con una consideración tal del ser humano, la única manera de establecer un pacto social y una organización política y jurídica que permita a los hombres y las mujeres ser libres para conseguir el interés propio e individual, es la imposición de una figura soberana que se encuentre al margen de todo pacto social y que, sin embargo, sea la condición de posibilidad de éste: se trata de la aceptación originaria por parte de todos los implicados en un pacto de una figura que, sin restricción alguna de su voluntad, epítome de la libertad negativa que define esencialmente al ser humano, restrinja los excesos de la libertad negativa de unos súbditos sobre otros.
4. Evidentemente la concepción liberal ha adoptado otras formas políticas alternativas al absolutismo de Hobbes: el parlamentarismo norte-americano (A.Tocqueville), la monarquía parlamentaria inglesa (Locke) o la unión entre capitalismo y democracia liberal (Adam Smith, Ricardos, Keynes) e, incluso, el anarco-capitalismo de Nozick. Pero lo cierto es que todas estas consideraciones liberales, tanto las ahora citadas en el plano de la política, como en el plano de la ética (Bentham, J.S. Mill o recientemente P. Singer) aún beben de la consideración de una libertad en sentido negativo que presupone una naturaleza humana (una metafísica antropológica), que reduce al ser humano al plano del deseo y la consecución de su objeto por todos los medios; reduccionismo éste que intenta ser justificado en algunos casos por una consideración pesimista de la naturaleza (phýsis) de la humanidad, como en el caso del naturalismo de Hobbes; mientras que, en otros casos, es justiicada por una teología del derecho natural, emanado del derecho divino, como en el caso de la onto-teología jurídica de Locke. Lo cierto es que, tanto en unos como en otros (igual de metafísicos ambos), se incurre en el recurso al iusnaturalismo que justiica el derecho a la libertad como no injerencia de elementos externos en la consecución de intereses individuales, deseos y preferencias personales.
5. Aparte de sospechar de esta metafísica del derecho, fundada natural o teológicamente en un iusnaturalismo; debemos tener en consideración el carácter individualista del ser humano propuesto por la antropología del liberalismo, que obliga a que el Estado se funde sobre la mágica armonización de las preferencias e intereses individuales de todos los integrantes del orden político y jurídico, sin tener una concepción previa a la elección y el asentimiento originarios, de un proyecto político común o social ya que, si esto así fuera, si hubiera una puesta en común que trascendiera los intereses individuales, ya no estaríamos en los dominios de una libertad en sentido negativo y, por lo tanto, no estaríamos hablando de liberalismo, sino de una libertad en sentido positivo o, como la denominan ciertos autores (Honneth) “reflexiva” (aunque esta última denominación me parece tan oscura y metafísica como al anterior).
6. La otra vertiente de la libertad, que surge desde el pensamiento griego y que toma cuerpo en la modernidad gracias a autores como Rousseau o Kant, es la que introduce la responsabilidad de una autodeterminación tanto individual como política del objeto de la voluntad (no cualquier deseo o interés está justificado por el sólo hecho de ser interno al individuo), y que considera en la constitución del orden moral y político al otro como un fin en sí mismo y no como un medio o, como en el caso de la libertad en sentido negativo, como un rival, contrincante o amenaza para nuestra realización personal y la consecución de nuestros fines o deseos. Esta segunda vertiente de la libertad, la positiva o reflexiva, es la que se encuentra a la base de movimientos sociales y políticos como los Girondinos de la Revolución Francesa, la mayor parte del socialismo utópico (no así el inglés), el socialismo científico, el marxismo y su deriva leninista, e incluso cierta socialdemocracia encabezada por Habermas y la re-ilustración alemana. Esta otra vertiente del concepto de libertad, pese a que desde un juicio personal me resulte más deseable, considero que bebe también de ciertos presupuestos metafísicos que hacen posible saltar desde una causalidad natural, una física en la que las acciones y decisiones de los seres humanos están atrapadas en relaciones causales, a una causalidad por libertad, iniciada por la libre autodeterminación racional de la voluntad del ser humano (ya sea mediante esa fantástica facultad que es la razón en Kant; ya mediante el consenso en una ideal sociedad de hablantes competentes que propugna la pragmática de la segunda escuela de Frankfurt). Complicado asunto éste que merece de una disertación más larga e incluso de una tesis doctoral o, por qué no, de toda una vida.
Lo importante de toda esta disertación es dejar de manifiesto que, toda persona que quiera considerarse liberal, debe conocer y aceptar las condiciones y los principios que hacen posible esta ideología, de manera que se haga responsable de sus inconsistencias y sus misterios metafísicos, además de las consecuencias últimas que pudiera propiciar.
Consejos bibliográficos:
• Dos conceptos de libertad y otros escritos. Isaiah Berlin. Filosofía. Alianza Editorial, Madrid, 2005.
• El derecho de la libertad. Axel Honneth, Katz Editores, 2014.
• Sobre la libertad. J.S. Mill, Technos, 2005.

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