Ficciones del Apocalipsis.
¿Cuándo sabe uno que la resolución
que ha tomado es auténtica? ¿Cuándo sabe uno que no se encuentra en medio de lo
ente, en la habladuría, en la ficcionalización del mundo? Y, aún más ¿cómo sabe
uno que, creyéndose redimido de la caída en lo meramente óntico, no está más
que abundando aún más en ella? Leo en Luis Sáez que la tormenta del ser es solo
notada como disfrute estético de lo sublime, como en Kant... da gusto sentirse
a salvo mientras contemplas en el muelle la catástrofe; no como el marinero en
pleno faenar, que permanece "con la pipa encendida" sereno, que dice
el de Messkirch y noble, que remata el de Macael. Pero aquí estamos hablando de
cercanías y lejanías, y resulta que hay modos propios de situarse en el futuro,
ya que éste es una de las dimensiones extáticas que constituye la temporalidad
humana; de la misma manera que también hay modos impropios de querer lo futuro,
en la avidez de novedades, porque nos aburrimos de tanto ente. Sin el futuro no
es posible una previvencia, un prefigurarse lo que será, un traer aquí lo
lejano para proyectarse auténticamente. Lo más lejano es lo más cercano, lo más
sencillo, de una inusitada simplicidad... es el ser, tan cercano en nuestra
comprensión media de sentido, que queda oculto por el trato cotidiano con las cosas.
Pero el ser puede mostrarse en la lejanía como una tormenta catastrófica. Ahora
bien, ¿puede darse una previvencia de la presencia (parousía) tormentosa del ser de modo auténtico o más bien nos
hallamos en una ficcionalización, estetizante y sublime... ya que estamos
"aburridos"? ¿Cómo saber eso? ¿Cómo saber que uno está en la
disposición afectiva adecuada, angustiado en la clama, sereno en el dejar ser
al haber traído a sí lo más lejano y a la vez lo más cercano que es la tormenta
del ser? ¿Juan en la isla de Patmos nos trajo una ficción sublime de la
revelación del fin de los tiempos, estetizada e inauténtica? Puede ser; pero
también puede ser que esas manifestaciones ónticas e inauténticas del desastre
respondan a una bestimmung global, a
un sentir epocal, respecto al modo en el que habitamos junto a lo ente. Las
múltiples prefiguraciones de lo catastrófico óntico, acontecimientos concretos
de lo final, eso que el mundo neotestamentario llama Eschaton (y aquí introduzco
a Carl Schmitt) pueden ser formas de darse una manera ontológica de pervivir en
el sentir de un nuevo nomos de la tierra, una nueva ordenación del territorio y
un recomienzo ontológico del mundo. Aquí territorio lo es en un espacio no sólo
geográfico, sino también en un Raum
ontológico que implica el modo en el que nos las habemos con y habitamos los
elementos: el aire, el mar, la tierra (el fuego atómico). Dado que el mundo no
puede nunca cerrarse en su sentido: americanismo, bolchevismo, europeísmo,
islamismo, no será que éste está pujando para mostrarse en otra figura, en un
nuevo nomos aún no pensado. Con Lovecraft, cuando Cthullhu está por despertar
de las profundidades del mar, la
bestimmung de artistas y pensadores se altera por la catástrofe por venir,
no en un acontecimiento en concreto óntico, sino por el irrumpir de lo real,
que lleva siglos durmiente, en los pre o sub conscientes, de manera que obligue
a simbolizar figuras ónticas y ficcionalizadas del emergente nomos. Y digo yo,
no será ese viejo marinero en la tormenta, ante la presencia de Cthullhu, con
su pipa tranquila, una ficcionalizacion más?
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