jueves, 31 de enero de 2019

Filosofía-Pop 7.


49. La soberanía no excluye el derecho; la dicotomía no está entre soberanía o derecho, sino entre soberanía y constitución: es el dilema entre Schmitt (iusnaturalismo) y Kelsen (positivismo jurídico) que tiene como origen la crisis del constitucionalismo de la república de Weimar. La decisión y el soberano no están fuera del derecho por darse como excepción al marco consitucional, la exepcionalidad también cae del lado de la jurisprudencia, sino estamos negando lo que no queremos ver.

50. La filosofía consiste en mostrar los arcanos del mundo.

51. Occidente es planetario; si la civilización occidental está enferma también lo está el mundo entero. El proceso de mundialización de Occidente comenzó en el renacimiento y ha terminado con la globalización. Su estadío más acabado es expresa en la patología mundial de occidente: la agenesia, la imposibilidad de gestar nuevos mundos (de sentido). Nancy, cuando escribe sobre La fin du monde; Fukuyama, cuando habla de modo triunfal de Estados Unidos como el fin del último de los meta-relatos; Schmitt cuando profetiza el acabamiento de un viejo nómos de la Tierra, todos ellos, apuntan al colapso y reificación ontológicos de Occidente como gran relato metafísico del mundo. Pero el nómos, la ley, acaece en el espacio natural, en la agrimensura, los vallados, el conflicto entre comunidades y el acto mismo de tomar la tierra, el aire, los mares y hasta las ondas de radio y televisión. La ley que provee el trato con la phúsis, a riesgo de caer en un iusnaturalismo, cubre la superficie de los elementos del globo terráqueo como si ya siempre hubiera existido, oculta en el habitar cabe cotidiano de los seres humanos en un espacio global. Los movimientos independentistas, la lucha de los pueblos ancestrales por autoafirmarse respecto del gran capital, el imperio que lo llama Negri, y mochos otros modos de hacer patente la diferencia y diversidad de pequeños nómos aislados, no son más que productos reactivos propios de una era global, sin nada más que aportar, tan contaminados por una metafísica de la unidad como lo está el gran relato del imperio mundial. El islam está tan enfermo como el pensamiento liberal occidental, porque son expresiones de una misma enfermedad, la agenesia de Occidente. En este panorama, que pone al ser humano como mensura de todo espacio, el humanismo metafísico del dominio antropólogico, ha colapsado cualquier otro modo de iniciar el mundo, de saltar hacia otro comienzo dado el carácter agenético de la enfermedad global occidental. Pero el truco está en que el otro comienzo no se dispara por acción del ser humano y, la máxima penuria en la que nos encontramos, tampoco es producto de la mano humana; antes bien hemos sido provocados por el fundamento mismo de la ley, la phúsis o naturaleza, el ser, a extrapolar en el espacio un determinado nómos terráqueo, cibernético y aeroespacial. De ahí la salvación en el máximo peligro, al mostrarse en su penuria, como si de una ontología negativa se tratara, el fundamento desbordante y avasallador de lo real en toda fractura, huella fantasmática, catástrofe medioambiental o amenaza al bienestar occidental. Se impone una adiké, una injusticia, en el modo en que el ser humano y el ser/naturaleza se corresponden mutuamente, para alumbrar un nómos de la tierra. Pero ya nos dice Heráclito que la injusticia es también parte del proceso en el que la ley pone a hombres y a dioses en su sitio; a reyes y a mendigos…

52. Veo que a la izquierda siempre se la acusa de buenismo; la derecha neoliberal también ostenta una clase de buenismo: el de los buenos hombres de la comunidad internacional, el de los europeos y el de los norteamericanos, que como excusa para sus intereses personales, invocan los derechos humanos, la libertad y la democracia. Pero la maquinación no es consciente de que lo que la hace posible es algo que no es Técnico. El día que a Europa y Estados Unidos le salte a la cara su ámbito constituyente, una ámbito que está más acá de la propia constitución, ese ámbito en el cual se genera el estado de excepción, entonces no habrá manera de apelar a ningún tipo de derecho humano ni internacional; la decisión de quien sea campará a sus anchas. Que la naturaleza es el envés de la legalidad, y la Pax Augusta norteamericana, es el resultado de un nómos planetario que cada vez más se va debilitando. Quién tomará la tierra, los mares y los aires para inaugurar un nuevo nómos de la tierra e invocar así un estado de extrema necesidad que devuelva una legalidad vigente al mundo. Aún en las garras de la teología política.


53. El banquete de Platón es la mejor descripción del temple anímico del filósofo: el amor. Disposición afectiva que toca lo indisponible del ser, la belleza que es el bien (Tò Agathón). El amor es hijo de la necesidad, la notwendigkeit heideggeriana, ya que sólo puede amar quien está carente de su objeto amado y, en definitiva, todos deseamos la belleza que es, sin duda alguna, el objeto del amor del cual carecemos todos. Necesitados estamos de la belleza, pero en sí; no la de estas manos, no la de este cuerpo, no la de esos campos ni la de aquellas almas... la indisponible belleza en sí, convertible al bien y al ser mismo (Tò ón), que bien lo sabían Agustín y Porfirio. El filósofo lo es porque filein (ama) lo que no tiene, la sabiduría divina (Sofía) acerca del indisponible bien en sí que, por supuesto, es bello en sí y por lo tanto no puede acontecer ónticamente en el mundo, como una cosa bella y buena más entre otras cosas bellas y buenas, ya que ontológicamente es el fundamento de todo lo bello, bueno y verdadero y, a la vez, un desfondamiento (Abgrund), dado que siempre se retrae y oculta entre las cosas buenas, bellas y verdaderas, cuando a él nos elevamos o religamos. El postmoderno negar que las cosas son algo en sí mismas es una adulteración de la diferencia óntico-ontológica. Claro que las cosas no son nada en sí mismas, porque el sí mismo está más acá de las cosas, que no más allá en un mundo de las ideas, sino en el mismo acaecer de las cosas: es el misterio del ser que nos deja entre la riqueza de su donación y la penuria de su ocultación; como el amor, hijo de la abundancia y la penuria. La belleza, el bien y el amor... lo más cercano y a la vez lo más lejano.

54. El Estado guarda en sí un monstruo latente que es su acto de constitución mismo. La legalidad se hace posible en el evento fundador y originario previo a toda legalidad; así, lo político se constituye como tal en aras a un posible estado de excepción donde, de nuevo, se libere la tormenta vertical del acontecimiento fundante. Mucho horror y mucha muerte exige lo constituyente al ciudadano, como un Moloch moderno hambriento de sacrificios.

55. El liberalismo ilustrado es una pantomima que pronto cae cuando lo que esencia el Estado, por lo general huidizo y retráctil, se hace patente en el máximo peligro.


56. El ser humano sin la cercanía de lo diáfano y lo numinoso deviene empequeñecido: lo más cercano y a la vez lo más lejano.

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